sábado, 16 de febrero de 2013

Supuesto antisemitismo de Hitler


Supuesto antisemitismo de Hitler



Muchos pseudo-historiadores dicen, siempre en base a especulaciones, que su "odio extremo" hacia los judíos era por la posibilidad de que el padre biológico de Alois (y por tanto su abuelo) fuera de origen judío, lo que fue desmentido luego. Otros lo atribuyen a que su madre murió al cuidado de un médico judío, pero el mismo Hitler mostró su agradecimiento al médico por sus atenciones (le regaló una acuarela pintada por él y más tarde como canciller le permitió salir de Austria).

Hitler no poseía ninguna clase de "odio extremo" hacia los judíos, simplemente los consideraba como una nación extranjera en territorio alemán y que estaba ganando demasiada influencia en la política nacional, por lo que más tarde, se decidió que lo más sano para el país y para Europa era expulsarlos. El "antijudaísmo" de Hitler se debía a que los judíos, además de fomentar el derrotismo durante la Primera Guerra Mundial, eran los principales responsables de la extraordinaria miseria reinante en el país, ya que culpaba a los empresarios y financistas judíos de los problemas económicos por los que pasaba Alemania en ese entonces, sobre todo debido a la antigua práctica de la usura. También veía con sospecha y temor que siendo los judíos tan sólo el 1% de la población de Alemania[2], tuvieran tan grande influencia en el gobierno nacional de Weimar, a su vez que eran los principales responsables del crecimiento de los partidos marxistas en la Alemania de pos guerra.



De joven, Hitler creía que los judíos sólo constituían una comunidad religiosa y no un sector político extranjero (asimilado exteriormente, pero fiel a la causa judía o Panjudea), y cuyos miembros nacidos en Alemania eran tan alemanes como católicos y protestantes. Los ataques a los judíos, sólo por el hecho de ser judíos le parecía un acto del más irracional prejuicio:
...yo hasta los tomaba por alemanes. Lo absurdo de esta suposición me era poco claro, ya que por entonces veía en el aspecto religioso la única diferencia peculiar. El que por eso se persiguiese a los judíos, como creía yo, hacía que muchas veces mi desagrado frente a exclamaciones deprimentes para ellos subiese de punto. De la existencia de un odio sistemático contra el judío no tenía todavía idea en absoluto.
Como siempre en casos análogos, traté de desvanecer mis dudas, consultando libros. Con pocos céntimos adquirí por primera vez en mi vida algunos folletos antisemitas. Todos, lamentablemente, partían de la hipótesis de que el lector tenía ya un cierto conocimiento de causa o que por lo menos comprendía la cuestión; además, su tono era tal, debido a razonamientos superficiales y extraordinariamente faltos de base científica, que me hizo volver a caer en nuevas dudas. La cuestión me parecía tan trascendental y las acusaciones de tal magnitud que yo –torturado por el temor de ser injusto- me sentía vacilante e inseguro.

Naturalmente que ya no era dable dudar de que no se trataba de elementos alemanes de una creencia religiosa especial, sino de un pueblo diferente en sí [...] Y si aún hubiese dudado, mi vacilación hubiera tenido que tocar definitivamente a su fin, debido a la actitud de una parte de los judíos mismos.
Se trataba de un gran movimiento que tendía a establecer claramente el carácter racial (y político) del judaísmo; el sionismo.
Un grave cargo más pesó sobre el judaísmo ante mis ojos cuando me di cuenta de sus manejos en la prensa, en el arte, la literatura y el teatro. Comencé por estudiar detenidamente los nombres de todos los autores de inmundas producciones en el campo de la actividad artística en general. [...] Era innegable el hecho de que las nueve décimas partes de la literatura sórdida, de la trivialidad en el arte y el disparate en el teatro gravitaban en el debe de una raza que apenas si constituía una centésima parte de la población total del país.
... comencé también a apreciar lo que en realidad era aquella mi preferida "prensa mundial", y cuanto más sondeaba en este terreno, más disminuía el motivo de mi admiración de antes. El estilo se me hizo insoportable, el contenido cada vez más vulgar y por último la objetividad de sus exposiciones me parecía más mentira que verdad. ¡Eran, pues, judíos los autores! [...] ¡Judíos eran los dirigentes del partido socialdemócrata! Con esta revelación debió terminar en mí un proceso de larga lucha interior.

En cuanto folleto socialdemócrata llegaba a mis manos examinaba el nombre de su autor: siempre era un judío. Examiné casi todos los nombres de los dirigentes del partido socialdemócrata; en su gran mayoría pertenecían igualmente al "pueblo elegido", lo mismo si se trataba de representantes en el Reichstag que de los secretarios de las asociaciones sindicalistas, de los presidentes de las organizaciones del partido que de los agitadores populares. Era siempre el mismo siniestro cuadro.
Adolf Hitler, Mein Kampf.



Algunos de sus primeros discursos versaban sobre lo que él llamaba "la esclavitud del interés". Hitler los desenmascaró y se lo hizo saber a su pueblo. Esto lo hizo acreedor del odio infinito de los judíos en todo el mundo. Desafió sus imposiciones y decidió ir más allá de una política de hipócritas oposiciones que busca canalizar al hombre hacia su degradación como humano. Toda la energía desatada en sus discursos buscaba despertar el espíritu del pueblo en cada alemán, y defender su dignidad e identidad.
Otra acusación generalizada y simplista hacia Hitler es la de ser "racista", en su sentido más negativo. Observando los detalles de su doctrina racial, se puede observar que era un 'racismo selectivo' destinado únicamente a la conservación de la llamada raza aria, y no a la destrucción de otras razas, como generalmente se atribuye. La política expansionista del nacionalsocialismo era parcial y no global: hacia el Este, en los territorios ocupados por la URSS, poco poblados y desperdiciados.

La idea de su 'racismo negativo' contradice el hecho de que las Waffen SS estaban formadas por 38 divisiones de 25 naciones y etnias europeas diferentes. La Wehrmacht, por otro lado, tuvo voluntarios no arios que incluían musulmanes, hindúes, japoneses, chinos, negros, y hasta judíos[3], quienes combatieron por la causa de Hitler en su cruzada contra el judeo-marxismo, y a quien veían como un líder de Europa, no como un racista discriminador que buscaba la destrucción de otras razas.

Es inequitativo hablar de "racismo de Hitler" sin compararlo, por ejemplo, con el de Japón, Estados Unidos o el de la Diáspora judía.