martes, 24 de diciembre de 2019

Kurt Reuber y La Madonna de Stalingrado



Kurt Reuber (26 de mayo de 1906 - 20 de enero de 1944) fue un médico alemán, clérigo luterano y artista, famoso por su obra "La Madonna de Stalingrado"



La Madonna de Stalingrado



El 24 de diciembre de 1942, durante el sitio de la Batalla de Stalingrado, el Dr. Kurt Reuber dio a sus compañeros una inspiración para dibujar con trozos de carbón, el cuadro de una madre que protege a un niño con su manto. El dibujo fue hecho en el reverso de un gran mapa de Rusia. El diseño logró salvarse (junto con otras 150 fotografías e imágenes) en el último vuelo que salió de Stalingrado, en un Junkers Ju 52 gracias al Dr. Wilhelm Grosse (comandante de la 16ª División Panzer) y se hizo famoso. 
Kurt Reuber fue hecho prisionero en febrero de 1943 cuando el 6º Ejército se rindió, y fue trasladado al campo de prisioneros de Yelábuga a unos 1.000 km al nordeste de Stalingrado, donde murió el 20 de enero de 1944.

Descripción



El cuadro muestra a una mujer sedente que mantiene un niño bajo su abrigo (La Virgen María y El Niño Jesús) contemplándolo con amor, dándole cobijo y protección entre sus brazos, apretándolo contra su pecho. La obra lleva una anotación que dice: "1942 Weihnachten im Kessel – Festung Stalingrad – Licht, Leben, Liebe“ («1942 Navidad en el cerco – Fortaleza Stalingrado – Luz, Vida, Amor»).

Historial



La obra la realizó durante la navidad de 1942 el pastor evangélico, médico y artista Kurt Reuber. Era médico de la 16.ª División-Panzer​ y se encontraba en un refugio alemán cercado por las fuerzas rusas mientras se libraba la batalla de Stalingrado. Sólo dos días antes de que las fuerzas rusas cerrasen el cerco había vuelto tras haber estado de permiso en Alemania.​ Tenía 36 años, era un destacado teólogo y amigo de Albert Schweitzer.
​La imagen la dibujó con un trozo de madera quemada convertida en carbón vegetal sobre el dorso de un mapa ruso de un tamaño de 105 x 80 centímetros. Las palabras «Luz, Vida, Amor» son del evangelista san Juan.

La obra la clavó en una pared del refugio, la noticia llegó a los refugios cercanos y muchos soldados se atrevieron a abandonar el suyo y arriesgarse para llegar al de Reuber para contemplar la imagen. Cuando la veían quedaban sobrecogidos y muchos lloraban, convirtiéndose el refugio de Reuber en un santuario.

Días después, durante los primeros días de 1943, el autor de la obra escribió una carta a su mujer y que acompañaba al dibujo en la que decía: «Contempla en el niño al niño primerizo de una nueva humanidad, que nacido con dolor, relumbra sobre toda oscuridad y tristeza. Que sea para nosotros el símbolo de una vida triunfante y de feliz futuro que tras tanta experiencia con la muerte, amaremos aún con más ardor y autenticidad, una vida que sólo merece ser vivida si es pura como los rayos de la luz y cálida como el amor».

Un oficial gravemente herido, evacuado con uno de los últimos aviones que logró salir del cerco, llevaba consigo la obra y la carta, llegando ambas a la familia del autor, que residía en la parroquia de Wichmannshausen.

A petición de Karl Carstens, presidente de la República Federal Alemana, la familia entregó la obra el 26 de agosto de 1983 a la iglesia Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche de Berlín. Allí está expuesta, pidiendo una oración, recordando a los fallecidos en la guerra y exhortando a la reconciliación y conservación de la paz en el mundo.

Segunda versión



Durante la navidad de 1943, por lo tanto un año después de haber realizado esta obra, Reuber hizo otra muy parecida en el campo de prisioneros de Jelabuga, situado a unos 1.000 kilómetros al noreste de Stalingrado, para el periódico de los prisioneros. El tema era nuevamente el de Madre e Hijo (La Virgen María y El Niño Jesús), siendo conocido este cuadro como Gefangenen-Madonna («La madonna de los prisioneros»). También este ejemplar pudo ser entregado a la mujer de Reuber junto con la noticia de que el autor había fallecido el 20 de enero de 1944 en el campo de prisioneros tras una penosa enfermedad.

Reproducciones
En numerosas iglesias de Alemania, Austria y algún otro país se encuentran reproducciones de esta obra realizadas con técnicas variadas.

En Alemania
Berlín. Iglesia Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche: en ella se encuentra la obra original.
Bochum Iglesia Heimkehrerdankeskirche-Krypta: una copia realizada como tapiz.
Diestedde: es una escultura en la plazuela de la capilla del cementerio
Dornburg. Casa de la Juventud (Jugendhaus): es una copia.
Fulda. Convento Neuenberg: es una escultura tallada en relieve.
Hermeskeil: es una escultura de piedra arenisca en la pradera junto a la iglesia parroquial St. Martin, siendo obra del sacerdote Mohr que formó parte del ejército alemán en Stalingrado.
Kassel. Iglesia Auferstehungskirche en la que fue bautizado, confirmado y se casó el autor: aquí se encuentra la obra realizada en el campo de prisioneros.
Bad Kohlgrub. Ermita Kriegergedächtniskapelle situada en el parque del balneario: es una reproducción realizada por Hans Seitfudem en 1992.
Königswinter. Monumento Gedenkhalle auf der Kriegsgräberstätte: es una copia.
Meersburg. En la pequeña y enrejada ermita Zum Frieden junto al camino Am Rosenhag poco antes de llegar a la calle Töbelestraße: es una copia realizada como gobelino por la artista rusa Elena Kikopule.
Niedergailbach. Ermita Marienkapelle: es una escultura tallada.
Oberroth. Ermita Waldkapelle: es una copia.
Rottweil. Ermita en el bosque Bollerhofwald: es un relieve realizado por Maria Klaiber-Kasper.
Wellendorf. Iglesia St. Barbara: es un relieve realizado con la técnica de ácido sobre plata.
Wiesbaden. Iglesia St. Marien Wiesbaden-Biebrich: es una copia.
Wichmannshausen. Iglesia. (Antigua residencia de Kurt Reuber): es una copia.

Austria
Baden bei Wien. Iglesia St. Stephan: es un relieve tallado en madera.
Felling. Iglesia: es una obra bordada.
Fronsburg. Ermita Bründlkapelle: es una talla en relieve.
Langau. Iglesia: es una talla en relieve.

Inglaterra
Coventry. Catedral. Capilla Millennium.(Millennium Chapel): es una copia.

Rusia
Museo Stalingrado en Volgogrado: es una copia.
Iglesia de San Nicolás en Volgogrado: es un relieve tallado.

Otros empleos
La obra forma parte del emblema del regimiento sanitario 21 del ejército alemán.

miércoles, 31 de julio de 2019

"Los Malditos Nazis" (Que no te engañen más)

"LOS MALDITOS NAZIS" (QUE NO TE ENGAÑEN MÁS)



Joe Louis (Estados Unidos) y Max Schmeling (Alemania) se enfrentaron la primera vez en 1936 y la segunda en 1938, en la primera pelea Schmeling derrotó a Louis y en la segunda Louis se impuso a Schmeling. Cuando Louis por fin derrotó en 1938 al "régimen Nazi" (como la propaganda sionista lo difundía) tuvo que volver a su realidad, y su triste verdad era que no podía ni comprarse una casa en el barrio que él quisiera por ser negro, no podía solventar los gastos más necesarios porque su gobierno, aquel que se llena la boca y grita a los cuatro vientos que es la tierra de la libertad y la democracia le había cobrado excesivos impuestos a cuenta de donaciones que había hecho a centros de atención para niños sin hogar y gente negra en estado de indigencia. El gobierno que lo utilizó como imagen de la libertad de los pueblos y por erradicar el "antisemitismo", no fue capaz de ayudar al hombre que derroto al "régimen Nazi" en un ring. 

Louis quedó sin dinero, sin casa, endeudado hasta el cuello y siendo viejo y negro no tenía una forma digna de ganarse la vida, bajo esas circunstancias en la tierra de la "libertad y la democracia", se vio obligado a incursionar a una edad muy avanzada en la lucha libre y también seguía en el boxeo enfrentándose esporádicamente a boxeadores en acenso, uno de esos boxeadores fue Rocky Marciano. En la tierra de las oportunidades nadie podía ayudar a Louis pero en el país de los "monstruos genocidas y racistas" sí hubo quien le diera la mano y ese fue el boxeador nazi Max Schmeling quien, en el ocaso de la vida de Louis aportaba una importante ayuda económica a éste, los gastos funerarios de Louis fueron cubiertos por Schmeling y además entregó una cantidad importante de dinero a su familia. 
Por eso cuando escuchamos a "historiadores" ridículos hablando de como estos dos atletas (Louis y Owens) vencieron el racismo alemán, resulta repulsivo y asqueroso ver como se jactan tratando de hacer ver a los Estados Unidos como el epítome de la libertad, la justicia y lo más alto en valores de la civilización occidental, cuando ni Joe Louis ni Jesee Owens podían estar en un mismo restaurante con gente blanca, ni subirse a un autobús y sentarse donde ellos quisieran. 

Fragmento recopilado de: El Mundo Detrás de las Cortinas de Samuel Cruz



viernes, 19 de julio de 2019

Wernher von Braun El Científico Nazi Que Nos Llevó A La Luna

Wernher von Braun El Científico Nazi Que Nos Llevó A La Luna

Wernher von Braun, uno de los ingenieros fabricantes de armas para el ejército nazi, soñaba con conquistar el espacio. Tras la guerra, Estados Unidos lo reclutó para trabajar en la tecnología que llevó a la humanidad a la Luna en 1969.




La historia oficial nos cuenta que el 30 de abril de 1945 Adolf Hitler se disparó en la cabeza en su búnker de Berlín. Este suceso desencadenó el fin de la guerra en Europa el 7 de mayo.

Desde que los ejércitos de las fuerzas aliadas desembarcaron primero en Sicilia, el 9 de julio de 1943, y luego el 6 de junio de 1944, en las costas del norte de Francia, se empezó a redactar una larga lista de órdenes de captura en contra de los benefactores del régimen nazi. Algunos de ellos, oficiales de alto rango y prominentes empresarios alemanes, fueron juzgados y condenados en los juicios de Núremberg, entre 1945 y 1946. Sin embargo, había otros personajes que, por razones militares y económicas, eran más valiosos en suelo estadounidense que en alguna cárcel.

Terminada la guerra, empezaba otro conflicto ideológico y político entre las dos potencias nacientes: Estados Unidos y la Unión Soviética. Para ninguno de los dos bandos era desconocido que los alemanes habían logrado avances sobresalientes en tecnologías militares, como la propulsión y la cohetería. Muestras de ello fueron el Messerschmitt 262 (llamado también, la golondrina), el primer avión de combate del mundo que utilizaba motores a reacción (contrario a los aviones de hélice característicos de este período), y los Vergeltungswaffe 2 (o cohetes V2), los primeros misiles balísticos de largo alcance.

La misión era clara en el papel: aparte de capturar a los "criminales de guerra" como Josef Mengele o Adolf Eichmann para llevarlos ante la "justicia", era necesario encontrar a las mentes de las armas secretas de guerra alemanas para hacerse con sus servicios.

Después de varias iniciativas y misiones de inteligencia, en noviembre de 1945 el presidente estadounidense Harry Truman autorizó la versión final de la Operación Paperclip (sujetapapeles), un programa secreto llevado a cabo por la Agencia de Inteligencia de Objetivos Conjuntos (JIOA, por sus siglas en inglés), que se proponía encontrar a científicos alemanes, limpiar su historial y expatriarlos hacia Estados Unidos.

Una de las fuentes de información era un documento que cayó en manos aliadas denominado la lista Osenberg, redactada en 1943 por los nazis para identificar a científicos e ingenieros alemanes que pudieran contribuir a la guerra. Cuando la lista llegó a manos del mayor Robert Staver, oficial de inteligencia y jefe de la División de Propulsión del Ejército estadounidense, se marcó como objetivo prioritario a Wernher von Braun, el ingeniero a cargo de la fabricación de los cohetes V2.



Desde niño, los libros de ciencia y ciencia ficción despertaron su curiosidad por los cohetes y los viajes al espacio. A principios de la década de 1930, von Braun pudo mostrarles a algunos oficiales del Ejército alemán sus prototipos de cohetes.

Impresionados, le ofrecieron trabajar para ellos en secreto, a cambio de patrocinar sus estudios universitarios. Así logró doctorarse en física e ingeniería aeroespacial. A continuación, von Braun se alistó en el Ejército para continuar su trabajo como ingeniero de cohetes, un trabajo que en aquella época de crisis solamente podía ser financiado por el gobierno. Meses después, Hitler subió al poder y las tornas cambiarían para el ingeniero. En vez de construir cohetes para ir al espacio, debería construirlos para atacar a los enemigos de Alemania.

A comienzos de la Segunda Guerra Mundial, el alto mando del Ejército alemán le dio la tarea a von Braun de fabricar un cohete para atacar objetivos militares desde grandes distancias. Para esta misión secreta, el ingeniero y su equipo fueron destinados a una instalación militar subterránea en la isla de Peenemünde, ubicada al norte del país, a orillas del mar Báltico.

Después de años de trabajo, el resultado dejó fascinado al mismísimo Hitler. Denominado comúnmente V2, era un misil balístico de 15 metros de longitud y 15 toneladas de peso, una de ellas dedicada solo a material explosivo. Se calculaba que tenía un alcance de 300 kilómetros y una precisión sobresaliente para la época. Se calcula que alrededor de mil cohetes V2 surcaron los cielos europeos y dejaron al menos unas 20.000 víctimas mortales en Inglaterra y Bélgica.

El desarrollo del primer misil balístico de largo alcance del mundo era una razón suficiente para que Wernher von Braun fuera una prioridad para la inteligencia militar norteamericana. Con la proximidad del Ejército rojo a finales de 1944, Wernher von Braun y sus científicos de confianza se mudaron de Peenemünde para evitar ser capturados por los soviéticos. A principios de 1945 después del fracaso de la contraofensiva de las Ardenas, en los bosques de Bélgica, era evidente que la guerra estaba perdida y muchos científicos alemanes comenzaron a buscar opciones para mejorar su futuro. Un día después del suicidio de Hitler, von Braun y su grupo de colaboradores se contactaron con los soldados estadounidenses y se entregaron.



Como parte de la Operación Paperclip, alrededor de mil científicos alemanes fueron llevados a trabajar a Estados Unidos en diferentes proyectos (como el proyecto Manhattan, que dio origen a la bomba atómica que terminó la guerra en el Pacífico), incluidos Wernher von Braun y un grupo de alrededor de 150 de sus colaboradores directos. A pesar de su afiliación a las SS (Schutzstaffel) desde 1937, el Ejército estadounidense se encargó de encontrar y limpiar su historial para que pudiera emigrar sin complicaciones legales a Estados Unidos.

Era mejor tener en las filas del Ejército estadounidense a un genio nazi que fabricaba cohetes que condenarlo a prisión. Los rusos también tenían al ingeniero en su lista, y aunque se lo ganaron los estadounidenses, se calcula que el Ejército ruso logró hacer prisioneros al menos a 2.000 científicos y técnicos alemanes que puso al servicio del comunismo durante la Guerra Fría entre ellos a Helmut Gröttrup colaborador de Von Braun y quien diseño el Cohete R-1 para los rusos que fue de gran contribución al desarrollo del programa espacial soviético.

Von Braun fue trasladado por un tiempo a Nuevo México, hasta que finalmente se le destinó designado a Huntsville, Alabama, para trabajar directamente con el Ejército, y después, con la recién creada Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA).

Era el inicio de su sueño. Al principio, los esfuerzos de von Braun por desarrollar un cohete que viajara al espacio no fueron bien canalizados por las autoridades administrativas del país. Sin embargo, un detonante llegó el 4 de octubre de 1957, cuando toda la nación veía por televisión cómo los rusos habían ubicado el primer satélite artificial en la órbita terrestre: el Sputnik 1. El país estaba indignado, y se indignó aun más cuando dos meses después, el 6 de diciembre, el cohete Vanguard explotaba en la plataforma de lanzamiento sin lograr poner en órbita el primer satélite estadounidense. Después, el 31 de enero de 1958, un cohete de von Braun transportó satisfactoriamente hasta la órbita terrestre al Explorer 1, el primer satélite artificial estadounidense. Huntsville lo celebró en grande, y el alemán era el hombre del momento. Incluso, ocupó la portada de la revista “Time” del 17 de febrero con el título Missileman (El hombre de los misiles).

El sueño de Wernher von Braun iba más allá, y después de fabricar cohetes con aplicaciones militares, su meta era construirlos para llevar personas al espacio. Sin embargo, la política del presidente Dwight Eisenhower se limitaba al transporte y posicionamiento de satélites y otros instrumentos en el espacio, no al transporte humano. Nuevamente, los rusos le dieron un empujón a las ilusiones de von Braun, cuando el cosmonauta ruso Yuri Gagarin orbitó por cerca de dos horas la Tierra a bordo de la nave Vostok 1. Los rusos no solo habían sido los primeros en enviar un objeto a la órbita terrestre, sino en enviar a un hombre y traerlo de regreso a la Tierra.

Wernher von Braun encontró la carta perfecta para justificar sus ambiciones de llevar a un hombre al espacio a bordo de uno de sus cohetes: el miedo. En una intervención ante el Congreso argumentó que los rusos tenían la intención no solo de conquistar el planeta, sino también el espacio que lo rodea.



En mayo de 1961, el presidente John Kennedy en una famosa alocución dijo: “Creo que esta nación debería comprometerse a lograr el objetivo, antes de que termine esta década, de llevar un hombre a la Luna y regresarlo a salvo a la Tierra”. Solo había un hombre capaz de llevar a una persona hasta donde nadie había llegado, y ese era Wernher von Braun. Veinte años después de construirle cohetes a Hitler, von Braun y su equipo volvieron a hacer lo que sabían hacer. Cuando en septiembre de 1962 Kennedy visitó al científico alemán, conoció los planos de un gigantesco cohete: de tres fases denominado Saturno V. El presidente abandonó el lugar seguro de que antes del final de la década vería a un astronauta pisando el suelo lunar.

Puede uno imaginar que el día más importante de la vida de von Braun fue el 16 de julio de 1969. El día en que esperaba materializar todos sus sueños de niño, y todos sus esfuerzos como ingeniero. Ese día, Cerca de un millón de personas en las afueras del Centro Espacial Kennedy, en Florida, y muchas más alrededor del mundo a través de sus televisores, observaban como en el complejo de lanzamiento 39 se ubicaba el titánico Saturno V, cuya misión era sacar a los tres astronautas del Apolo 11 de la Tierra y llevarlos más allá de la órbita terrestre. Aquella mañana, el científico alemán estaba tranquilo y sonriente. A la 1:32 p.m. el intercomunicador del centro espacial señalaba: “10, 9, arranque de la secuencia de encendido, 6, 5, 4, 3, 2, 1, 0. Todos los motores en marcha. Despegue, tenemos despegue, 32 minutos pasada la hora, despega el Apolo 11”.



El potente cohete ingeniado por un antiguo oficial nazi se separaba del suelo y consumía su combustible para acelerar el Apolo 11 a más de 11.000 metros por segundo con dirección al cielo, ese que von Braun había apreciado con fascinación desde niño. Cuatro días después, el 20 de julio, el mundo presenció el primer alunizaje.

Aunque el gobierno norteamericano no continuó su programa espacial como el ingeniero alemán lo proyectaba, enviando astronautas a Marte y a Titán una de las lunas de Saturno, no es descabellado decir que si hace cincuenta años llegamos a la Luna fue porque un hombre trabajó para ello toda su vida. El 16 de julio de 1969, el cohete de Wernher von Braun convirtió la ficción en realidad y nos puso a imaginar la conquista de otros mundos.

lunes, 8 de julio de 2019

Batalla de Kiev

Batalla de Kiev  7 de julio al 26 de septiembre de 1941

La Batalla de Kiev fue un enorme cerco de tropas en la capital ucraniana durante la Segunda Guerra Mundial; hoy por hoy es mencionado como la mayor batalla de embolsamiento de la Historia. Comenzó a mediados de agosto y finalizó el 26 de septiembre de 1941, como parte de la Operación Barbarroja. En la historia militar soviética es conocida como "Operación Defensa de Kiev", del 7 de julio al 26 de septiembre de 1941.

Un soldado de la Wehrmacht con una ametralladora MG34 en su hombro, frente oriental, Ucrania, 1941


La batalla
El por entonces general Zhukov advirtió a Stalin que el Ejército Rojo debía abandonar la ciudad para evitar ser rodeado, pero Stalin, que acababa de decir a Winston Churchill que la Unión Soviética nunca dejaría Moscú, Leningrado o Kiev, destituyó del cargo de jefe del estado mayor.

Las fuerzas móviles de Rundstedt que venían de triunfar en la denominada Bolsa de Uman, avanzaron hacia el sur de Kiev. El 1º Grupo Panzer se dirigió al norte desde el frente central tomando al mando soviético por sorpresa, entonces Stalin cambió de opinión en cuanto a abandonar Kiev, pero ya era tarde, los alemanes afirmaron tener 665.000 prisioneros. Hitler la llamó "la batalla más grande de la historia universal".

Conclusión del cerco
Tras la finalización del cerco, los soldados soviéticos lucharon hasta la última gota de sangre, haciendo una feroz resistencia a las tropas alemanas que sufrieron también cuantiosas bajas.

Prácticamente la totalidad del Frente Suroeste del Ejército Rojo fue rodeado por los alemanes, que cifran en 665.000 las tropas capturadas. Sin embargo, la velocidad del ataque encontró a la Luftwaffe lejos de sus bases, lo que permitió a muchos soviéticos escapar del cerco, días después de cerrarse la tenaza alemana. Entre ellos huyeron el Mariscal Semyon Budyonny, el Mariscal Semión Timoshenko y el comisario político Nikita Jrushchov.

El desastre de Kiev, sin embargo, resultó un batacazo para el Ejército Rojo, superior incluso a la tragedia de Minsk en junio del mismo año. El 1 de septiembre el Frente Suroeste contaba con 760.000 hombres (850.000 incluyendo reservas y órganos de retaguardia), 3.923 cañones y morteros, 114 tanques y 167 aviones de combate. En el cerco quedaron 452.700 hombres, 2.642 cañones y morteros y 64 tanques, de los cuales escasamente 15.000 escaparon hacia el 2 de octubre. En conjunto, el Frente Suroeste sufrió 700.544 bajas, incluyendo 616.304 muertos, capturados, o perdidos a lo largo del mes de combates, entre los fallecidos se incluía al Coronel General Mijaíl Kirponos, el Comandante en Jefe. Como resultado, cuatro ejércitos de campo soviéticos, que contaban con 43 divisiones, cesaron virtualmente de existir. Tal y como había ocurrido con el Frente Oeste, hubo de ser creado de nuevo desde la nada.

jueves, 27 de junio de 2019

Las Megadrogas que Hitler y los Aliados dieron a sus soldados para crear "Máquinas de Guerra"

Las Megadrogas que Hitler y los Aliados dieron a sus soldados para crear "Máquinas de Guerra"

Los soldados nazis recibieron 35 millones de pastillas de Pervitín, una sustancia con efectos similares al speed para olvidar el cansancio.



No hay guerra sin alcohol ni tampoco hay guerra sin drogas. Las duras condiciones a las que se enfrentan los soldados les ha obligado a lo largo de la historia a ingerir sustancias que les permitan evadirse de la terrible realidad. También toman drogas para rendir como si fuesen una suerte de robots, para pasar días enteros sin pegar ojo.

Durante la II Guerra Mundial, los soldados se enfrentaron a batallas que duraban días en condiciones extremas, desde el norte de África hasta la Rusia occidental. Para sobrellevar el cansancio y el dolor físico, el personal médico facilitó todo tipo de drogas a los combatientes de modo que su agresividad se vio aumentada y lograron mantenerse en un estado de alerta constante.

Ahora, la red de televisión pública de los Estados Unidos PBS estrena un documental que indaga en la utilización de las drogas en el conflicto más sangriento de la historia de la humanidad. La producción ahonda en el uso de estupefacientes por parte del ejército nazi, pero también descubre nuevos datos sobre el consumo en los Aliados.

Las drogas fueron severamente perseguidas por el régimen hitleriano. La ideología nazi siempre ha sido fiel defensor del culto al cuerpo y rechaza por su propia naturaleza cualquier sustancia que pueda alterar de cierta manera los sentidos del individuo.

El mismo Hitler era un obseso de la comida sana y no probaba una sola gota de alcohol.

A lo largo de la década de los treinta, en Alemania se diseñó una droga llamada Pervitín —una derivación de la metanfetamina y con características similares al efecto del speed—. Hasta 35 millones de pastillas fueron repartidas entre los soldados de la Wehrmacht en tiempos de la guerra.

La invasión de Polonia en 1939 marcó el inicio de la contienda y abrió a que los nazis se entregasen a las influencias del Pervitín. En apenas un mes la resistencia polaca desapareció por completo. El ejército nazi avanzó progresivamente hasta encontrarse con el invierno ruso, donde poco a poco terminarían retrocediendo posiciones. Las temperaturas llegaron a descender hasta los -50 ºC y los alemanes, ocasionaron tal vez que los alemanes abusaran del consumo de drogas.


La droga en los Aliados



Los Aliados descubrieron la estrategia química que empleaban los enemigos y decidieron fabricar su propia droga de diseño. Dicho compuesto fue apodado como Benzedrina y podía ser inhalada aunque también existía en forma de pastilla. Pese a que no era una droga tan adictiva y peligrosa como el Pervitín, seguía siendo nociva a largo plazo.


Los pilotos británicos recibían una dosis de 10 miligramos diarios de Benzedrina, mientras que los soldados que la 24ª Brigada de Tanques recibían el doble. Por aquel entonces no se conocían los efectos secundarios y los índices de adicción de estos compuestos, por lo que una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial no hubo ningún tipo de ayuda para los soldados que acarreaban problemas por el la Benzedrina o el Pervitín. La guerra había terminado y el estado en el que quedaron los protagonistas del conflicto ya no interesaba.

Se estima que los soldados aliados recibieron unas 100 millones de dosis, en cuanto a los soviéticos no hay datos concretos pero se sabe que también usaban sus propias metanfetaminas y que sus dosis eran siempre al triple de las que recibían los soldados nazis y los demás aliados.

El uso de tantas drogas puede que haya sido una de las causas de que la guerra haya presentado tantos episodios despiadados de parte y parte.



jueves, 6 de junio de 2019

El lado más oscuro del Día D

El lado más oscuro del Día D

Las violaciones a las mujeres francesas



Violaciones en grupo de mujeres francesas, sexo en lugares públicos ante los niños… Algunos de los soldados norteamericanos que participaron en el desembarco estaban convencidos de que las francesas eran chicas fáciles. El alto mando estadounidense les había vendido el Día D como una aventura erótica. Casi la mitad de los acusados por violación fueron ahorcados en público por las autoridades militares norteamericanas. De ellos, la mayoría eran negros.

Los medios de comunicación franceses llevan semanas preparando el 75º aniversario del desembarco en Normandía, del inicio del fin del dominio nazi sobre territorio europeo. Las televisiones, los periódicos, los semanarios o las radios compiten en proporcionar los detalles históricos más interesantes, en encontrar los ángulos más originales o menos conocidos. Pero la mayoría de ellos han vuelto a silenciar uno de los capítulos más horrendos protagonizados por una minoría de los liberadores norteamericanos: la violación de cientos de mujeres francesas, algunas, menores de edad.

Durante décadas, Estados Unidos y Francia han cerrado los ojos ante unos hechos que han marcado y seguirán haciéndolo a las familias de las víctimas, que deben hacer esfuerzos para comprender que los criminales que atacaron a sus madres, novias o primas eran sólo una pequeña parte de los cientos de miles de G.I. (soldados) que tomaron parte en la guerra contra Hitler en Francia y el resto de Europa.

Para esas mujeres y sus familias, El día más largo no es el título de una de las películas que recrean las gestas de los soldados de Eisenhower, sino la jornada que ha marcado sus vidas desde entonces. De junio de 1944 a junio de 1945, los tribunales militares norteamericanos instalados en territorio francés juzgaron a 139 soldados por este delito. De ellos, 68 fueron condenados a cadena perpetua y 22 a pena de muerte. La cifra puede parecer pequeña, pero son recuentos oficiales y no recogen más que el período de un año. Por supuesto, los historiadores añaden que muchas otras víctimas nunca presentaron una denuncia.

Si la historia negra de los soldados Ryan ha empezado a conocerse hace poco es gracias a dos historiadores norteamericanos, Robert Lilly y Mary-Louise Roberts que, cada uno por su lado, han escrito los libros que muchos no han querido ni querrán leer, tanto en su país, como en Francia. Las pocas informaciones que se han publicado estos días sobre estos hechos están sacadas de sus obras: La face caché de los GI’s. Les viols commis par des soldats americains en France, en Angletere et en Allemage, pendant la Second Guerre Mondial, publicada por el sociólogo y criminólogo Lilly en 2003, en Francia, y What soldiers do: Sex and the American G.I. in World War Two France, 1944-1946, la obra de la historiadora Roberts, publicada en 2013.

“Francia, un gran burdel, mujeres fáciles”



Para esta profesora de la Universidad de Wisconsin, existieron violaciones en todas las ciudades donde los soldados norteamericanos estaban estacionados: Reims, Cherburgo, Brest, Le Havre, Caen… El primer crimen sexual contabilizado tiene lugar sólo dos meses después del Desembarco. Como explica Lilly, los protagonistas de las violaciones no eran combatientes de primera línea, sino miembros de unidades de apoyo logístico. La explicación parece simple: los soldados que no participaban directamente en los combates tenían más tiempo libre y estaban sujetos a una menor disciplina una vez la jornada de trabajo había concluido.

Que Estados Unidos haya pasado por alto este macabro capítulo de su historia militar no puede sorprender a nadie. El softpower de Washington, con el arma de Hollywood a la cabeza, ha utilizado la II Guerra Mundial en aras del culto patriótico. La buena guerra, en comparación a la menos gloriosa contienda de Corea o a la humillante derrota de Vietnam, ha sido explicada y explotada desde el punto de vista norteamericano para consumo interno y propaganda hacia el exterior. Las hazañas bélicas de los violadores, contrabandistas, estafadores o traficantes de droga de la US Army no tenían cabida en los guiones cinematográficos, en las tramas de las novelas y, ni siquiera, en los libros de historia.

El verdugo de Texas, especialista en soga

Lilly y Roberts explican los clichés que el imaginario norteamericano había impregnado en los cerebros de sus combatientes. Francia era presentada en la revista militar Stars and Stripes (Barras y Estrellas) como una gran casa de putas, un país erotizado y cuyas mujeres eran “bellas, acogedoras y demostrativas”. Unos estereotipos que se habían generado ya entre los veteranos de la Guerra del 14-18, cuyas exageradas aventuras eróticas en Francia fueron pasando de generación en generación.

Sin duda, los norteamericanos que atravesaban los pueblos y ciudades francesas no estaban acostumbrados a recibir besos y abrazos de las mujeres que veían en ellos a sus liberadores. Basta observar la actitud de los soldados en los documentos de la época. Los historiadores señalan que, en su mayoría, el contingente militar estaba compuesto por soldados que, en palabras de Lilly, no eran “la crême de la crême”. En la mente de los violadores de guerra en Francia no se trataba de humillar a las mujeres de un enemigo ni de castigar a un pueblo resistente al invasor. La violación era, más bien, una recompensa.

Entre los soldados juzgados y los condenados a la horca por violación, una mayoría eran negros. Lilly escribe también que el racismo imperante entonces en Estados Unidos se reflejaba en las decisiones de los tribunales militares. Por el mismo delito, un soldado negro siempre era condenado con más dureza. Además, cuando la denunciante acusaba a un blanco, normalmente la investigación era más rigurosa.

Entre 1944 y 1945, 29 soldados fueron ejecutados en público por delito de violación. 25 eran negros. Mary-Louise Roberts señala que como en Francia sólo se utilizaba el sistema de la guillotina, el ejército USA hizo venir a un verdugo de Texas, especialista en ahorcamiento. El ejército funcionaba, según la profesora, como una extensión del sistema de segregación en vigor en los estados sudistas. Fue el propio General Eisenhower quien ordenó que las ejecuciones fueran públicas, en el lugar de los hechos y con la asistencia de las víctimas, sus familiares y vecinos. Buscaba así calmar la onda de protestas que empezaron a inundar la prensa de la época. Una mancha que no podía permitir que se extendiera a todos los miembros de la llamada “greatest generation”.

“Franceses cornudos y cobardes”



Francia tampoco tenía mucho interés en airear los crímenes algunos de sus salvadores. De Gaulle, privado de protagonismo en el Día D, y sus aliados comunistas, más tarde, prefirieron dedicarse a reescribir la historia juntos y a inventar un pueblo resistente que combatió al lado de sus liberadores. En el Día D sólo tomaron parte unas decenas de franceses. En Francia no es tampoco agradable recordar los estereotipos que los soldados estadounidenses tenían sobre los varones franceses: cornudos, afeminados, nerviosos, irritables, cobardes, incapaces de defender su tierra y controlar a sus mujeres

La Libération echó el velo sobre este capítulo de la historia y sobre otro también doloroso. El bombardeo amigo, las bombas arrojadas por los aliados para debilitar las defensas nazis que provocaron la muerte a 60.000 personas entre 1940 y 1944. Caen, Le Havre, Billancourt, Saint-Etienne, Brest o Royan sorprenden al visitante por tener barrios enteros cuya arquitectura difiere completamente del resto de la ciudad. Es la reconstrucción que oculta las cicatrices de una táctica militar de una época en la que la vida de los civiles extranjeros tenía poca consideración.

Muchas familias francesas no participan de los festejos de estos días; no encuentran ninguna gracia a la pleitesía reservada por los medios de comunicación a la Reina de Inglaterra, al presidente norteamericano de turno o a otros representantes de países que participaron en el Desembarco de Normandía. Para ellos, para las familiares de las víctimas, nunca sirvió de nada celebrar la liberación de un cadáver.


jueves, 30 de mayo de 2019

Miss Hitler El Concurso de Belleza de Internet Cancelado por Orden del Sionismo

Miss Hitler El Concurso de Belleza de Internet Cancelado por Orden del Sionismo.



Miss Hitler fue un "concurso" de belleza un poco convencional ya que promovía la belleza aria y la ideología nazi, fue realizado por medio de la Red social rusa VK desde 2014, y era organizado por el portugués João Branco.



La persecución comenzó por la compañía sionista Vocative, que analiza y espía contenido en línea en 15 idiomas, informó Hadashot.



Pero solo hasta éste año 2019 tras la presión de ONG sionistas como Betzalmo, los dueños de VK se vieron en la obligación de cancelar la página que lo promovía, el poder sionista es tan grande que hasta los rusos se están inclinando y obedeciendo nuevamente ( Durante la época comunista 1917-1991 los rusos eran los esclavos de los judíos sionistas ) ya que desde la caída del comunismo se habían logrado sacudir de tamaña humillación, pero hoy 30 años después han vuelto a las andadas.



Un portavoz del VK confirmó que «la comunidad estaba bloqueada debido a una violación de nuestras reglas. Siempre somos intolerantes con los llamados a la violencia y a la propaganda nacionalista y extremista”.Lo curioso es que existía desde 2014, pero solo hasta 2019 debido a la presión del sionismo decidieron hacer "cumplir las reglas" Curiosa actitud la verdad.



El director ejecutivo de Betzalmo, el sionista Shai Glik, agradeció a VK por la rápida eliminación de la propaganda antisemita. Añadió: «La lucha contra el racismo requiere una línea roja y una tolerancia cero con el antisemitismo en todas sus formas y manifestaciones. Seguiremos luchando contra el odio y la incitación, así como por los derechos humanos de los judíos. (Solo de los judíos, ¿los demás no tienen derechos humanos?)



Como vemos la libertad de expresión cada día es coartada a favor del sionismo, que si tiene vía libre para asesinar a los palestinos y para inventar mentiras gigantescas y grotescas como el holocausto, y para perseguir absurdos concursos de belleza por Internet. 


lunes, 29 de abril de 2019

Unidad Ezquerra: Los 300 Españoles Olvidados Que Defendieron El Búnker De Hitler

Unidad Ezquerra: Los 300 Españoles Olvidados Que Defendieron El Búnker De Hitler

El 30 de abril de 1945, el Führer se suicidó para evitar las vejaciones del ejército soviético. Su cadáver fue quemado para evitar que fuese expuesto como el de Mussolinni. Y todo, mientras un grupo de hispanos combatían a muerte en los alrededores de la capital del Reich



En ocasiones (aunque solo a veces) una imagen es más efectiva que un sin millar de palabras. Así que permíteme trasladarte, imaginación mediante, hasta el Berlín de 1945, durante los estertores del Tercer Reich. Evoca un imperio venido a menos en el que los gloriosos edificios se han convertido en cenizas y en el que su líder, Adolf Hitler, se protege en un búnker. Intenta trasladarte hasta una urbe en otro momento majestuosa ahora derruida y en la que unos pocos soldados tratan de resistir las embestidas de un ejército (el soviético) que, apenas dos años antes, parecía destinado a ser aplastado bajo la implacable bota del nazismo, pero el poder sionista terminaría por imponerse al lograr inmiscuir en la guerra a Estados Unidos y todo su arsenal que sería la salvación del comunismo israelita.

En mitad de ese caos, con Hitler acongojado ante las vejaciones que podía sufrir a manos de los perversos miembros del ejército rojo, entre las continuas ráfagas de disparos y el retumbar de alguna granada perdida, imagina que se escucha un grito: «¡Disparad!». Pero no una voz en alemán, ni en ruso... Un aullido en perfecto castellano y, suponemos, acompañado de algún que otro improperio. Parece poco plausible, verdad. Pues la realidad es que, casi con total seguridad, esta palabra se escuchó, en más de una ocasión, poco antes de que el Führer se suicidara el 30 de abril de 1945. Y es que, mientras el Tercer Reich daba sus últimas bocanadas de aire, la «Unidad Ezquerra», un grupo formado por 300 valerosos españoles, se batía el cobre frente al innumerable ejército de Stalin.

En aquel grupo cabía todo aquel que se presentara voluntario, ya fuera un veterano de la disuelta División Azul, un estudiante que hubiera decidido partir hasta Alemania, o un español que hubiera atravesado los Pirineos para luchar del lado del Führer. Tan solo había una norma: debía querer que pelear contra el comunismo. 

«La “Unidad Ezquerra” fue la irreductible. Un puñado de divisionarios que decidieron combatir hasta el último aliento en el bando alemán contra los perversos comunistas soviéticos. Era un grupo heterogéneo, una pequeña Legión que aguantó hasta el último momento».
Orígenes

Para conocer el origen de la «Unidad Ezquerra» es necesario remontarse hasta el 22 de junio de 1941. En aquel día, Adolf Hitler –que, sin prisa pero sin pausa, había logrado que su esvástica dominara una buena parte de Europa-, no dudó en atacar a uno de sus enemigos "naturales": la Unión soviética que ya preparaba un ataque a mansalva contra la Polonia ocupada por los alemanes, era un plan arriesgado y difícil: movilizar a sus divisiones «Panzer» y sus «soldaten» hasta la Unión Soviética y arrasar con ellos al camarada Stalin. Sin embargo, el Führer no pensaba viajar sólo, y mucho menos sin refuerzos, hasta la estepa Rusa. Por ello, llamó a la puerta española y solicitó a Francisco Franco un poco de ayuda para tamaña empresa.

El ferrolano –que le debía un favor al líder teutón- no pudo más que aceptar y, como no, poner una gran sonrisa al hacerlo. «Franco ofreció a Alemania el envió de algunas unidades de voluntarios en reconocimiento a la ayuda recibida durante la Guerra Civil. Un ofrecimiento que tenía que ser interpretado como un gesto de solidaridad, y no como el anuncio de la entrada en la guerra; que no se produciría hasta llegado el “momento adecuado”».

Apenas un par de lunas después de que Adolf Hitler enviara a sus tropas al frío de la «madre Rusia» -una maniobra que sería conocida como «Operación Barbarroja»- el ministro de Asunto Exteriores español (Serrano Suñer) se preparaba para dar la gran noticia al pueblo español a través de todos los medios de comunicación: el país se disponía a organizar una unidad militar de voluntarios que serían incluidos en las filas del ejército alemán. Se había puesto la primera piedra de la que, a la postre, sería la legendaria «División Azul», después de que la propuesta fuera aceptada por el mismísimo Führer en persona.

El 2 de julio de ese mismo año, tras una semana de inscripciones, finalizó el plazo para alistarse en la División Azul con una afluencia de voluntarios increíble. Tras una selección previa, se constituyó un contingente con aproximadamente 18.000 integrantes al mando de Agustín Muñoz Grandes, un veterano de la Guerra Civil con claras tendencias a favor del nacional socialismo. Finalmente, se formó la unidad que los alemanes conocieron como «Blau división» o «250. Einheit spanischer Freiwilliger» (250 Unidad de voluntarios españoles).

La participación de la División Azul llegó a su fin en 1943. La razón era sencilla: los aliados –que estaban empezando a imponerse por su enorme superioridad numérica y sus bombardeos de terror sobre las ciudades alemanas- presionaban a Franco le exigieron la retirada de la «Blau División» dando a entender que de no hacerlo le declararían la guerra a España. Dicho y hecho. Sabiendo que era mejor no hacer enfadar al bando que podía ganar la guerra, Franco ordenó la vuelta a España de sus hombres del frente a través de trenes de carga. Así pues, en noviembre de ese mismo año comenzó la llegada de voluntarios a la Península, de donde meses antes habían salido para combatir al comunismo, que ahora se levantaba de las cenizas gracias al marxismo israelita empoderado en Estados Unidos, La Gran Bretaña y la Unión soviética.

Sigue la lucha

Sin embargo, después de que se ordenara la vuelta a España de la «Blau División», un grupo de oficiales españoles ansiosos de seguir combatiendo al perverso comunismo sionista de los soviéticos empezaron a reclutar voluntarios con los que formar una nueva unidad dispuesta a mantenerse fiel a los nazis. «Cuando Franco ordenó la retirada de la División Azul por el cambio de tendencia de la II Guerra Mundial, hubo un grupo concreto de voluntarios que decidieron quedarse a seguir combatiendo el comunismo en el frente oriental. Fueron la llamada “Legión Española de Voluntarios” (LEV). Se calcula que estuvo compuesta por aproximadamente 1.500 efectivos entre soldados y oficiales».

Encuadrada en la 121ª División de Granaderos WH del ejército alemán, la Legión Española de Voluntarios fue destinada en primer lugar al frente del río Voljov, el mismo lugar que la División Azul había pisado muchos meses atrás. Esta unidad hispana fue transportada a su vez, y durante la contienda, hasta la frontera letona, donde se enfrentó a los partisanos (guerrilleros) que importunaban a los soldados nazis con más voluntad que medios. En los meses posteriores, los españoles volvieron a dejar constancia de sus habilidades militares al resistir no sólo al duro «general invierno» (el frío que helaba los huesos en la región soviética) sino varios asaltos de los seguidores de Stalin. Pero, para entonces, había comenzado la decadencia del Tercer Reich y los militares nazis iniciaban la retirada desde Leningrado debido a la presión enemiga.

«En los inicios de 1944 todo el Frente del Este se estaba viniendo abajo por la innumerable superioridad numérica de los rusos. Por ello, comenzó la retirada hacia el oeste. El 19 de enero, la “LEV” recibió la orden de retroceder hacia el sur, comenzando un lento repliegue mientras luchaban contra el frío y los continuos ataques de los partisanos. La marcha continuó hasta Luga –al sur de San Petesburgo- Allí, estuvieron combatiendo en los años finales de la II Guerra Mundial hasta que fueron retirados del campo de batalla. Por entonces Franco ya había decidido congraciarse con los aliados en vista de que iban a ganar la guerra y no le interesaba que sus soldados estuvieran combatiendo en las filas alemanas».

Nace la Ezquerra



Una vez más, el sueño alemán de los voluntarios españoles quedó destrozado cuando fueron repatriados a nuestro país. Por su parte, Franco cerró las fronteras para evitar que ningún hispano llegara hasta Alemania y se uniera de nuevo a las tropas de Hitler (pues no quería irritar demasiado a americanos e ingleses que anteriormente le habían amenazado con declararle la guerra).Pero extraoficialmente, multitud de jóvenes y antiguos combatientes de la División Azul y la «LEV» consiguieron llegar hasta la Francia ocupada y reengancharse de nuevo en las filas del ejército nazi.

Una vez que se contó con una buena cantidad de soldados españoles, se formaron con ellos dos unidades que fueron incluidas dentro de las Waffen SS –unas fuerzas de élite que eran «una organización militarizada armada surgida de las SS, las tropas que se encargaban de la protección del Führer». «Hay que diferenciar entre las SS y las Waffen SS. La segunda era el brazo militar de la primera, que representaba al nazismo. Los alemanes incluyeron a todos los combatientes extranjeros en las Waffen SS por una cuestión de organización».

Posteriormente, y tras decenas de bajas, se introdujo a los hispanos en la conocida como División Valona alemana –grupo en que los nazis incluyeron a la mayoría de extranjeros que querían luchar a su favor en los momentos finales de la II Guerra Mundial-. Pero, para entonces, la retirada de los ejércitos de Hitler era más que evidente. Uno de los últimos combates de los españoles destinados en la Valona se produjo a finales de enero de 1945 en Stargard, una pequeña ciudad a menos de 100 kilómetros de Berlín. Allí, el empuje soviético terminó gracias a las miles de piezas de artillería y carros de combate- con los restos de esta unidad, que no tuvo más remedio que correr hacia la capital del Reich para salvar la vida.

Tras la derrota y la separación de los españoles que se hallaban ubicados en la División Valona, Miguel Ezquerra recibió la orden de formar una unidad compuesta con los retazos de los soldados hispanos que, por aquí y por allá, se habían ido disgregando cada vez más. Este español no contaba por entonces más de 32 años, pero ya había demostrado su valía a nivel militar en la Guerra Civil. Posteriormente, también había partido a Rusia como voluntario y, después de ser repatriado a España, había cruzado en secreto la frontera con Francia para ponerse a las órdenes de Hitler con el objetivo de combatir junto a aquellos que luchaban a sangre, fuego y esvástica contra el comunismo.

«El capitán Miguel Ezquerra, un veterano de la División Azul que después de que ésta fuera repatriada había permanecido combatiendo con los alemanes, recibió el encargo de formar una unidad exclusivamente española. Ezquerra reclutó a veteranos de la “LEV”, obreros españoles que habían acudido a trabajar a Alemania, estudiantes, algunos voluntarios que se habían atrevido a cruzar los Pirineos a pesar de la prohibición de Franco».
Tras recorrer ciudades, pueblos y campos buscando voluntarios, Ezquerra logró reunir a más de 300 hombres que fueron incluidos en las Waffen SS.


Batalla de Berlín

Mientras Ezquerra armaba y preparaba a sus hombres, los alemanes no tenían tiempo siquiera de compadecerse por sus continuas derrotas. Por entonces –abril de 1945- ya era una realidad tan grande como el Reichstag que los aliados avanzaban a pasos agigantados con un único objetivo: tomar Berlín. En lo que en su día fue la capital del Reich –por la que, hacía pocos años, habían desfilado miles de soldados orgullosos frente al Führer - ahora apenas había 800.000 defensores dispuestos a dar la vida por el nacional socialismo. Sin embargo, la mayoría no eran más que jóvenes de 11 y 15 años de las llamadas «Juventudes Hitlerianas», o y ancianos a los que se había reclutado a toda prisa para defender la ciudad.

La Unidad Ezquerra hizo su aparición en la ciudad en los últimos momentos de la guerra. En aquellos días, los cráteres y la soledad - era lo único que quedaba de la capital que enorgullecía a Hitler. La desesperación, de hecho, había provocado que los alemanes llamaran a filas a todos los voluntarios extranjeros que estaban incluidos en su ejército. «Cuando hablamos de los últimos días del Reich nos imaginamos a alemanes combatiendo contra rusos en Berlín. Sin embargo, dentro de las Waffen SS había españoles, noruegos, daneses, suecos, belgas, franceses e, incluso, rusos no comunistas».

Como bien señala el propio Miguel Ezquerra en su biografía ( «Berlín, a vida o muerte») su unidad formaba parte de estos extranjeros, aunque –a diferencia de otras muchas- contaba con militares experimentados y adiestrados. «Me había quedado con todos aquellos que de verdad querían hacer honor a su juramento y que habían forjado ya su temple en el campo de batalla. En mi unidad no había novatos ni pusilánimes. Mis soldados no eran tropa mercenaria, sino hombres iluminados por un ideal y dispuestos a defender uno de los últimos reductos de la civilización, amenazado por la marea roja. Eran tres compañías de españoles, además de (algunos) franceses», señala el militar en su obra.

«La Unidad Ezquerra estaba formada por soldados veteranos y fogueados en multitud de combates. Quizás los últimos voluntarios que se añadieron tenían menos experiencia, pero las circunstancias de la guerra les obligaron a adquirirla de forma muy rápida, pues combatían diariamente. Era gente que tenía una experiencia en combate bastante amplia, hay que darse cuenta de que muchos ya llevaban combatiendo cuatro años contra los soviéticos (pues en el 41 fue cuando partió la División Azul)».

A sangre y fuego

Una vez en Berlín, la Unidad Ezquerra fue acomodada en el edificio del Ministerio del Aire (el cual se encontraba ubicado a poco más de 10 kilómetros del Búnker de Hitler). Siempre según las memorias del oficial, cuando los españoles llegaron, los alemanes les recibieron con el gran respeto y estima que se habían ganado tras más de cuatro años de combates. El oficial hispano, por entonces, no podía creer lo que veía: casas derruidas, hombres y mujeres que se agolpaban en sótanos por miedo a morir bajo el bombardeo aliado… Era demasiado para él. Sin embargo, hubo algo que le llamó especialmente la atención: en una de sus primeras misiones en la capital, Ezquerra pudo ver como un joven de poco más de 12 años defendía a sangre y fuego, con una mano amputada, una posición alemana de las decenas de soldados y carros de combate soviéticos que trataban de avanzar. Esa era la última resistencia de Hitler, niños valientes que daban su vida por defender al mundo occidental contra la barbarie del marxismo israelita.

Pero las contiendas iniciales no fueron más que pequeñas escaramuzas. La primera gran batalla de la unidad se sucedió en Moritz Platz (una plaza ubicada cuatro kilómetros al sur del Búnker de la Cancillería). Allí, cientos de soviéticos habían ubicado más de 20 tanques T-34. El objetivo de la Unidad Ezquerra era sencillo: destruir toda resistencia roja en el lugar. Por otro lado, y en el caso de que no pudieran eliminar la amenaza enemiga, debían, como mínimo, obligarles a retroceder para así tomar la posición.

Así cuenta el propio Ezquerra esta batalla en sus memorias:

«Concebí rápidamente un plan de acción. Avanzamos por una de las calles laterales que desembocaban en la plaza. Las barricadas rusas estaban a poca distancia. Con un valor rayano en la temeridad y una suerte fabulosa, tomamos al asalto las primeras barricadas rusas, mientras los tanques que llenaban la plaza disparaban sin cesar en todas direcciones. En aquel grupo de tanques había tres con los cañones encarados en nuestra dirección y disparando sin pausa».

Lejos de detenerse, la unidad avanzó desde las barricadas hacia los tanques soviéticos y prepararon sus Panzerfaust para enviarlos de vuelta a su región como desperdicios metálicos. «Logramos dejar fuera de combate a cuatro tanques rusos, los otros se retiraron, y con ello los rusos que habían alcanzado aquella posición. La plaza quedó despejada de enemigos, que como recuerdo de su paso habían dejado cuatro tanques convertidos en chatarra», completa el autor en su biografía. A pesar de la victoria, la contienda costó a Ezquerra una dolorosa herida en la pierna de la que se tuvo que recuperar en un improvisado hospital instalado por los nazis.

Después de varios combates narrados pormenorizadamente, uno de los momentos que Ezquerra señala en su biografía como más emotivos fue el que se desarrolló algunos días después. Concretamente, el español afirma que se hallaba junto a su unidad en el Ministerio del Aire cuando un soldado alemán le pidió que le acompañara. Desde el acuartelamiento, los dos oficiales caminaron bajo el subsuelo de Berlín durante más de dos horas hasta llegar a un gigantesco patio poblado por un nutrido grupo de soldados nazis. Instantes después, un sargento se acercó al hispano para darle la «buena nueva»: iba a conocer a Hitler en el Búnker. Ezquerra fue condecorado por Hitler con la Cruz de Caballero:

«¿Será posible que vea a Hitler en persona? La idea me ha puesto tan nervioso como un escolar que se enfrenta con sus primeros exámenes. Por lo visto, no consigo disimular mi nerviosismo, porque el general von Bulow, encargado de introducirme, me da una amistosa palmada en el hombro, al tiempo que me sonríe, con la evidente intención d tranquilizarme. Avanzamos a través de una serie de compartimentos. La vigilancia es impresionante. Soldados de las SS armados hasta los dientes montan guardia delante de cada una de las puertas, que me recuerdan a la entrada de la cámara acorazada de un banco, y que van abriéndose delante de nosotros con las mismas precauciones».

Unos pocos minutos después, Ezquerra llegó al despacho del Führer, donde también se encontraban Joseph Goebbels y varios generales. Como no podía ser de otra forma, el líder nazi también se hallaba entre los presentes.

«Mi entrevista con Hitler fue muy breve. Al verle me cuadré y permanecí rígido como una estatua. El Führer se adelantó y mirándome fijamente a los ojos, empezó a hablar. Entonces comprendí la fascinación que aquel gran conductor del pueblo alemán ejercía, lo mismo sobre los hombres que sobre las masas. Un teniente (…) le hizo saber que mi conocimiento del alemán no era perfecto, Hitler me habló con lentitud, procurando hacerse entender: “Enterado del bravo comportamiento de su unidad, le he concedido a usted la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro”... Hitler alargó la mano (…) y dio por terminada la entrevista».

Los últimos del Reich

Después de ser condecorado, Ezquerra y su unidad siguieron combatiendo en las calles de Berlín contra los rusos. Sin embargo, el cerco de los soviéticos se fue estrechando cada vez más hasta que, siendo la derrota inminente, las defensas se desmoronaron.
Hitler se suicidó junto a Eva Braun el 30 de abril. Horas después, los hombres de Stalin tomaron Berlín e hicieron prisioneros a todos aquellos que hubieran combatido en defensa de la capital. Entre ellos, se hallaban los escasos supervivientes de la unidad española. Los últimos españoles que lucharon junto al Führer.

«Los españoles lucharon sobre todo en la zona ministerial, donde estaban concentrados los grandes ministerios en Berlín, y en los alrededores de la Cancillería. Al final se tuvieron que replegar formando un anillo cada vez más estrecho ante el avance ruso hasta que cayó el Búnker de Hitler. Tras la rendición alemana, los españoles fueron hechos prisioneros. Para todos ellos se inició una larga estancia en campos de concentración soviéticos. Ezquerra, sin embargo, protagonizó una espectacular huida de Berlín y logró volver a España».

martes, 16 de abril de 2019

Nacionalsocialismo y Religión

Nacionalsocialismo y Religión



La posición religiosa del Estado alemán nacionalsocialista fue definida principalmente por medio del artículo 24 del programa del partido que "garantizaba la libertad de todas las confesiones religiosas en el seno del Estado, en tanto que no comprometan la estabilidad de éste o no contravengan al sentimiento moral y a las buenas costumbres de la raza germánica". Es decir, que el valor de la raza es el criterio absoluto con relación a la concepción religiosa y está por encima de la religión. Para el nacionalsocialismo, es la raza, y no la religión, el único factor de unidad de un pueblo.

En la ley sobre dicha libertad de conciencia, el Estado nacionalsocialista define claramente cómo debe ser interpretado este sentimiento:

Creer es el asunto más personal y sólo se es responsable ante la propia conciencia.


El Estado nacionalsocialista se declara como laico y aconfesional y rehúsa toda injerencia en las cuestiones religiosas mientras sus representantes no intervengan en el terreno político.

Esto permitía a un cristiano, católico o protestante, o un adepto de otra religión, vivir su fe en el seno del Partido y de Alemania, si lo hace por convicción y por elección personal.

El nacionalsocialismo aspiraba también a un retorno al origen y su veneración a los ancestros y buscó la restitución de una cosmovisión espiritual original germánica y sus tradiciones, sin llegar a una reconstrucción estricta del paganismo de los pueblos germanos o religión germánica.

Asimismo, de acuerdo con la concepción nacionalsocialista de la religión, la experiencia religiosa no debe nunca basarse en un conflicto con otra concepción religiosa, pues tal actitud estaría en contradicción con el espíritu del programa del Partido y con la ética nacionalsocialista.

La posición del Partido Nacionalsocialista
La opinión del partido queda reflejada en el punto 24 de su programa que dice:

Exigimos la libertad para todas las denominaciones religiosas dentro del Estado mientras no representen un peligro para éste y no militen contra los sentimientos morales de la raza alemana.
Este párrafo se refiere a organizaciones como los Testigos de Jehová y al judaísmo. Luego dice:

El partido, defiende en su carácter de tal, la idea del cristianismo positivo pero no se compromete, en materia de credo, con ninguna confesión en particular. Combate el materialismo judío infiltrado entre nosotros.
El Tercer Reich respetó la religiosidad del pueblo alemán (primordialmente católica y protestante), dicha situación obedece a dos factores:

El gobierno alemán no iba a propiciar una división nacional por factores religiosos, cuando lo que pretendía era unificar Alemania.
Hitler sabía que sociológicamente hablando el cristianismo (como organización) era en cierta medida un baluarte de la civilización occidental y representaba un reducto de valores en oposición al marxismo ateo.

La religión como cosmovisión racial

El Tercer Reich llegó a considerar a la religión, especialmente las dos iglesias cristianas mayoritarias (católica y protestante) como una fuerza política que podía contribuir en la lucha contra el marxismo ateo, y se llegaba incluso al punto de considerarla como un instrumento de un gobierno antimarxista. Por ello, el propio Hitler expresamente dijo en un discurso del 23 de marzo de 1933 que las dos iglesias eran "los más importantes factores del mantenimiento de nuestro carácter nacional", esto como un reconocimiento pragmático de su importancia política, y por ello mismo trataba de colocarlas al servicio de una ideología "nacional-racista" que en el fondo era opuesta al mensaje cristiano.
La moral cristiana era vista como una Fremdmoral, es decir, una moral extranjera respecto al pueblo alemán. Este término era referido en general a principios morales que no se habían originado dentro de la propia "especie" (Artung), y así socavaba la ética "específica" propia (Arteigene).

Esto también se reflejaba con toda claridad en las ideas de Erich y Mathilde Ludendorff "en pro de un conocimiento alemán de Dios acorde con la raza" de su sociedad esotérica Bund für Gotteserkenntnis ('Sociedad para el Conocimiento de Dios'), así como en la organización Ahnenerbe. 
La cuestión de la religión vista como una manera de interpretar el mundo estaba contemplada desde las ideas que relacionaban el código genético con el comportamiento espiritual de las razas y que sostenían la "adecuación racial" o grado de acomodación a la idiosincrasia de la raza que debía asumirla para la preservación de la identidad y la cultura nacionales.

El Cristianismo Positivo



El programa nacionalsocialista de una "religión conforme a la raza" tuvo como una de sus metas, despojar al cristianismo de todo rasgo judaico. Este "cristianismo" que debía ser purgado de sus elementos semíticos hebreos y se infundía con elementos indoeuropeos, se conoció con el término, creado por Alfred Rosenberg, de "cristianismo positivo" y que fue base del movimiento de los "Cristianos Alemanes" (Deutsche Christen, y también a veces llamado posteriormente "cristianismo ario"). Dicha doctrina contenía elementos de una religión sui generis en competencia con las dos iglesias y en sus rasgos fundamentales no contenía elementos, propiamente, del cristianismo tradicional. 
Esta doctrina, pensada como una fe de transición, y semejante a la herejía gnóstica de Marción (85-160), rechazaba el Antiguo Testamento, negaba el origen hebreo de Jesús de Nazaret (considerándolo un ario), afirmaba que San Pablo, como judío, había falsificado el mensaje de Jesús, y enseñaba que "El pueblo alemán no es heredero del pecado original, sino noble por naturaleza". 
Todo ello seguía un plan a largo plazo de descristianizar Alemania y revertir gradualmente el proceso de la evangelización de siglos atrás, utilizando exactamente el mismo método que la Iglesia usó contra el paganismo mediante el sincretismo religioso, y de este modo hacer retornar al pueblo a sus tradiciones originales.

Los proponentes principales del "cristianismo positivo" (Rosenberg, Himmler, Goebbels y Bormann) eran bastantes conocidos por su rotundo rechazo al cristianismo. Rosenberg, junto con Robert Ley y Baldur von Schirach, respaldó el Movimiento de la Fe Germánica (Deutsche Glaubensbewegung), organización neopagana que rechazaba ampliamente las concepciones judeocristianas de Dios, y que fue formado bajo el Tercer Reich con la intención de reemplazar las instituciones cristianas tradicionales y reducir su influencia.

El 3 de diciembre de 1928, Joseph Goebbels había escrito: "El movimiento Nacionalsocialista defiende un cristianismo positivo sin atarse a una determinada confesión. En él tiene su puesto tanto el protestante como el católico y el cristiano-alemán.

La mentira del ateísmo de Hitler

Una de las tantas mentiras y calumnias que se han lanzado contra la figura de Adolf Hitler es la de su supuesta "arreligiosidad" o "ateísmo", desmentidos por diversas citas del libro de Hitler Mi Lucha y de algunos discursos. Hitler nombraba a Dios en muchos de sus discursos y se observa en ellos que era un hombre de fe.

Lo cierto es que somos criaturas y que existe una fuerza creadora. El pretender negar este hecho es una tontería. Todo aquel que cree en algo, aunque sea algo erróneo, es superior a aquel que no cree en nada.
La Naturaleza eterna inexorablemente venga la transgresión de sus preceptos. Por eso creo ahora que, al defenderme del judío, lucho por la obra del Supremo Creador..
Adolf Hitler, Mi Lucha.

El objetivo por el cual tenemos que luchar es el de asegurar la existencia y el incremento de nuestra raza y de nuestro pueblo; el sustento de sus hijos y la conservación de la pureza de su sangre; la libertad y la independencia de la patria, para que nuestro pueblo pueda llegar a cumplir la misión que el Supremo Creador le tiene reservada.
Adolf Hitler, Mi Lucha.

Frente a todo esto, nosotros, los nacionalsocialistas, tenemos que sostener inquebrantablemente nuestro objetivo de política exterior, que es asegurar al pueblo alemán el suelo que en el mundo le corresponde. Y esta es la única acción que ante Dios y nuestra posteridad alemana puede justificar un sacrificio de sangre; ante Dios, porque sobre la tierra hemos sido puestos con la misión de la lucha eterna por el pan cotidiano; ante nuestra posteridad, porque no se vertirá la sangre de un solo ciudadano sin que este sacrificio signifique la vida de otros mil ciudadanos de la Alemania futura.
Adolf Hitler, Mi Lucha.