jueves, 24 de enero de 2019

La Herencia del 6° Ejército.

La Herencia del 6° Ejército.
Tomado de Derrota Mundial por Salvador Borrego.



Al desaparecer el 6º Ejército en "donde nunca se alzará una cruz ni un cenotafio a su memoria", dejó una herencia de incalculable valor a sus compañeros. Los 71 días que resistió bajo el sitio de nueve ejércitos soviéticos, sirvieron para improvisar nuevas líneas en todo el sector sur del frente alemán. Dos ejércitos rumanos se habían desplomado en diciembre al primer impacto de la ofensiva bolchevique; un ejército italiano huyó en seguida al rumor de que en su sector también atacarían los rusos, y días más tarde el ejército húngaro hizo lo mismo. Esto había abierto boquetes de cientos de kilómetros en el sector sur y sólo el 6º Ejército quedó en Stalingrado sirviendo de rompeolas durante 71 días. Al extinguirse ese ejército el primero de febrero, 341 unidades soviéticas (un equivalente de 220 divisiones) pudieron embestir sobre 32 divisiones alemanas desde el norte de Karkov hasta el área de Rostov, en una extensión de 700 kilómetros. 

La superioridad de los rusos era de 7 a 1. Sin embargo, su abrumadora infantería había descendido sensiblemente en calidad, aunque seguía soportando enormes sacrificios, y su artillería era relativamente débil, después de las enormes pérdidas padecidas en 1941 y 1942, que ascendieron a más de 40 mil cañones. De todas maneras, la situación del sector sur era extraordinariamente comprometida. Sobre el 4º ejército blindado alemán, del general Hoth, cayeron a principios de febrero los ejércitos rusos 44, 58, 51 y 2º de la guardia. Sereno y audaz, Hoth llevaba tanques de una a otra ala, en golpes de sorpresa, y frustraba las maniobras de cerco, a la vez que lentamente retrocedía. Con el cambio fulgurante del centro de gravedad de sus golpes defensivos multiplicaba su contundencia. Así pudo salvarse y a la vez cubrió la retaguardia del primer ejército blindado de Von Kleist que se retiraba del Cáucaso. Durante todo febrero el sector sur del frente alemán fue una tela de araña frecuentemente hendida. 

Las 32 divisiones que lo defendían desplegaron movilidad extraordinaria para pegar hoy en un sitio y mañana en otro, dando así la impresión de una fuerza numérica inexistente. El 17 de febrero Hitler se trasladó a ese crítico frente. Llegó, a Saporoshje y ofreció a Von Manstein hacer todo lo posible por enviarle refuerzos. Los bolcheviques se hallaban a 60 km y de haber sabido la presencia de Hitler podían haber irrumpido hasta ahí en pocas horas. La guarnición alemana era muy débil y el grupo que rodeaba al Führer vivió días de zozobra. Poco después llegaron reemplazos para algunas de las más diezmadas divisiones, así como un Cuerpo de Tanques de las SS, íbamos a ver —dice Von Manstein— si aún podíamos pisotear la derrota, como dijera Schlieffen. Y en efecto, la derrota sufrida en Stalingrado fue pisoteada más tarde cuando los soviéticos trataron de recuperar la rica cuenca del Donetz y toda Ucrania. Los ejércitos blindados 4º y 1º de Hoth y de Von Kleist, se combinaron para golpear a los vencedores de Stalingrado. 



En varios cercos aniquilaron 5 cuerpos de tanques, un cuerpo de caballería y 7 divisiones, e infligieron bajas paralizantes a otros 2 cuerpos de tanques y a 6 divisiones.

En esa batalla de pequeños cercos se inhumaron 35,000 muertos soviéticos y se capturaron 676 tanques, 648 cañones y 600 vehículos. En comparación con los contingentes derrotados el número de prisioneros fue bajo, o sea de 10,000, debido a que por la noche el frío obligaba a los sitiadores a concentrarse en las aldeas y quedaban brechas por donde los rusos podían escurrirse.

Después de ese triunfo en las zonas de Krasnogrado y del Donetz, el Cuerpo de Tanques SS compuesto por las divisiones blindadas "Leibstandarte Adolfo Hitler", "Das Reich" y "Totenkopf", ardía en deseos de venganza por lo de Stalingrado y trataba de avalanzarse sobre los soviéticos que habían ocupado la gran ciudad industrial de Karkov. Las tres divisiones selectas tuvieron que ser frenadas para ahorrar bajas y luego se combinó su ataque con el 4º ejército de Hoth. Los soviéticos fueron nuevamente derrotados y perdieron Karkov el 14 de marzo. Con este golpe la iniciativa en todo el sector sur volvía a manos alemanas. "Se le torció el cuello a la derrota —dice Von Manstein—, debido a las valerosas divisiones de infantería que supieron mantenerse en todo momento con gallarda entereza frente a la intimidante superioridad enemiga, y a que tuvieron el coraje suficiente para cerrar nuevamente las filas detrás de las potentes filtraciones de tanques rojos hasta dejarlos aislados y hacer posible su aniquilamiento".

El sacrificio del 6º ejército no había sido inútil; en sus 137 días de lucha (71 de ellos sitiado) aminoró la fuerza de la ofensiva soviética y dio tiempo a que se hicieran suturas en el destrozado sector sur del frente alemán, que volvió a estabilizarse.

Stalin se quejó entonces de que su ofensiva no había explotado su triunfo en Stalingrado (recuperando Ucrania, como era su plan), porque los angloamericanos no distraían más tropas alemanas en el occidente de Europa. Para ese entonces aproximadamente cuatro millones de alemanes hacían frente a los ataques aéreos, terrestres o navales de los contingentes de Roosevelt y Churchill, o se encontraban de guarnición en puntos amenazados.

Los logros del Ejército Rojo se hallaban condicionados —como lo siguieron estando durante toda la guerra— al hecho de que no se le enfrentara íntegramente el Ejército Alemán. La dispersión de las fuerzas germanas en diversos frentes era una condición imprescindible que reclamaban todos sus opositores. Y es que en rigor se trataba de un ejército invencible por cualquier otro ejército; para combatirlo se requerían combinaciones mundiales de ejércitos.

martes, 8 de enero de 2019

La Batalla de Stalingrado : El 6to Ejército se abre paso hacia su tumba.

La Batalla de Stalingrado : El 6to Ejército se abre paso hacia su tumba
23 de agosto de 1942 – 2 de febrero de 1943
(Tomado de Derrota Mundial por Salvador Borrego)



Con la captura de Kalatsch quedó anulado el principal obstáculo para el ataque frontal sobre Stalingrado. Los flancos de la progresión alemana convergieron sobre la gran ciudad industrial del Volga, llave de las comunicaciones entre el corazón de Rusia y sus campos petroleros del Cáucaso. Su captura significaría el estrangulamiento de la URSS al ser privado el ejército rojo del 85% de su petróleo; además Moscú y toda su retaguardia industrial quedarían mortalmente amenazados. La fogueada cuarta flota aérea de Wolfram Von Richthoffen, hijo del "as" de la primera guerra, apoyaba la embestida aproximadamente con mil aparatos. Los nuevos bombarderos Junker 88 y Heinckel 177, capaces de subir a 12,000 metros de altura y burlar así el fuego de los antiaéreos, destrozaron las enormes fábricas Octubre Rojo, Barricadas y Stalin.

El general Von Richthofen habló el 24 de agosto con el general Von Paulus, comandante del 6º ejército. Lo encontró nervioso y preocupado, porque frecuentemente los tanques alemanes quedaban aislados de la infantería. En el flanco izquierdo los soviéticos golpeaban con rudeza. Tres días después volvió a verlo igualmente excitado. Von Paulus pedía mayor apoyo aéreo. Varios comandantes coinciden en que Von Paulus había sido un brillante miembro del Estado Mayor, pero que las crisis en el frente le restaban facultades, al contrario que su antecesor en el mando del VI ejército, Von Reichenau, que meses antes había muerto repentinamente.

En los últimos días de agosto el general Hoth operaba con la mitad de su IV ejército bastante al sur de Stalingrado y mediante una osada maniobra logró abrir una brecha en las líneas soviéticas, por lo cual pidió que en la madrugada del primero de septiembre Von Paulus desviara hacia el sur algunos contingentes del VI ejército, a fin de cercar y aniquilar a los ejércitos soviéticos 62º y 64º. El mariscal Von Weichs aprobó esa maniobra y se la recomendó a Von Paulus, pero éste tuvo dudas, hizo cálculos y hasta en la tarde del día 2 se resolvió a enviar una columna hacia el sur. Ya Hoth había extendido una poderosa tenaza a retaguardia de los bolcheviques, pero la fuerza de Von Paulus llegó a enlazar hasta el día 3, y ya para entonces los rusos habían percibido el peligro mortal y se habían replegado. Una brillante oportunidad acababa de perderse por un titubeo de 36 horas.

El 12 de septiembre Von Paulus le sugería a Hitler efectuar una retirada, pues juzgaba que la situación era difícil. A Hitler le repugnaba ceder terreno al enemigo, pero además 3 días antes el Estado Mayor le había comunicado que los soviéticos carecían de reservas, y el propio día 12 le llegó otra reiteración sobre el particular, estos eran informes falsos de la inteligencia del Almirante Canaris que buscaba la destrucción de Alemania, por lo cual Hitler se empeñó en que Stalingrado fuera dominado con las fuerzas disponibles.



El 16 de septiembre el general Von Richthoffen visitó el frente de Stalingrado, percibió que las cosas no marchaban bien y le aconsejó a Von Paulus que diera mayor ímpetu al ataque.

El 6º ejército irrumpió en el centro de la ciudad el 17 de septiembre. Había participado eminentemente en la campaña de Francia, al mando del general Von Reichenau, y luego en la invasión de Rusia. En 1941 perforó el frente bolchevique en Ucrania y participó en la gigantesca batalla de cerco donde 5 ejércitos del mariscal Budenny fueron aniquilados por Von Rundstedt y Guderian. Luego libró duras luchas en la zona de Karkov, donde en combinación con el 1er. ejército aniquiló a tres ejércitos soviéticos (9º, 6º y 57º, en Izyun-Barvenlcovo), y más tarde envolvió y aniquiló en Kalatsch al 1er. ejército blindado del general Kolpalctschi y a varias formaciones del 62º de infantería. Finalmente, en septiembre, fue lanzado a capturar la valiosa presa de Stalingrado. Algunas de las divisiones de este ejerció habían sangrado tanto que, de la 376 de infantería sólo sobrevivía el 28% de sus componentes; de la 384, el 30% y de la 398, el 32%.



Una vez reforzado con un Cuerpo procedente del IV ejército, el VI ejército constaba de 12 divisiones de infantería, 3 de tanques, 3 motorizadas, 1 de cazadores y varios regimientos de zapadores e ingenieros, más 2 divisiones rumanas. De sus 375 tanques restaban 163. Inicialmente lo integraban un total de 315,000 hombres. Al irrumpir en Stalingrado encontró que cada calle era una línea de resistencia y cada ruina una trampa o un nido de ametralladoras. El general Von Hartmann, comandante de la 71ª división de infantería que había padecido bajas del 67%, pereció al frente de sus tropas. Rápidamente la enorme ciudad fue convirtiéndose en un confuso laberinto de ataques y contraataques.

El grueso del 6º ejército alemán y el 62º ejército rojo del general Vasili Chuikov chocaron sangrientamente en los suburbios y en las calles de Stalingrado. Era una lucha frenética casi sin campo de maniobra y la mayor hasta entonces dentro de una gran urbe.



Las costosas ganancias alemanas se contaban por metros. Lentamente el 62º ejército soviético fue arrojado a las orillas del río Volga y días después se hallaba terriblemente agotado cuando llegó de refuerzo el 16º ejército del general Rokossovsky, que por estrecho margen evitó el colapso de la resistencia. Luego siguieron días y semanas de encarnizada batalla entre las casas y las ruinas de la enorme ciudad de 60 kilómetros de largo: El fuego de más de dos mil aviones y de 13,000 ametralladoras de los tres ejércitos contendientes barría toda el área de combate. Los refuerzos soviéticos cruzaban el Volga y parte de ellos se infiltraban a través del drenaje y operaban a retaguardia de las avanzadas alemanas.

Fue una lucha de características únicas. Los pilotos de los bombarderos alemanes en picada tuvieron que afinar la puntería, con guías de la ciudad en la mano, para atacar objetivos enemigos situados a unos cuantos metros de las fuerzas atacantes. Cada ventana era un centro de resistencia. Luces de bengala de diversos colores iluminaban siniestramente el cielo por la noche; eran señales convencionales con que las tropas de uno y otro bando se transmitían mensajes luminosos.

Los puentes de pontones que los soviéticos retenían a través del Volga eran destruidos o averiados durante el día, pero por la noche volvían a restaurarlos y pasaban refuerzos para los dos ejércitos rojos que lentamente, seguían siendo desalojados de sus madrigueras.

(El fuego fue tan devastador que todavía dos años después de silenciarse, el periodista norteamericano William L. White escribió que la ciudad había desaparecido: "Allí sólo quedan algunas paredes sin techo. Fábricas destrozadas con restos de maquinaria, retorcidos y herrumbrados").

A fines de octubre las nueve décimas partes de Stalingrado se hallaban dominadas o destruidas por el 6º ejército. Propiamente dicho había cesado la importancia estratégica de la ciudad, pues su industria bélica estaba fuera de combate, pero era una cuestión de prestigio acabar de dominar, ahí la situación. Nikita S. Kruschev, que se había distinguido aniquilando a grupos rusos anticomunistas y que se había ganado el calificativo de "carnicero de Ucrania", era el jefe político de la resistencia ante el 6º ejército alemán. A fines de octubre logró que Stalin le enviara seis divisiones de refresco. Por su parte, Alemania tenía inmovilizadas en la costa francesa 29 divisiones. Siete de ellas hubieran sido suficientes para decidir rápidamente la lucha en Stalingrado, pero el Almirante Canaris (jefe del servicio secreto alemán y traidor a Alemania) exageraba el peligro de una invasión, con objeto de que esas fuerzas continuaran inmóviles, pese a que la invasión aun tardaría cerca de dos años.

Y mientras Stalingrado era el escenario principal de la guerra, el 8 de noviembre Roosevelt y Churchill desembarcaron tropas en Noráfrica, con la secreta cooperación del Mariscal Petain. Esto abría un nuevo frente contra Italia y el sur de Francia. Hitler acudió de nuevo en auxilio de Mussolini, por el cual tenía no sólo afecto, sino admiración, y 13 divisiones de la reserva estratégica de Alemania —que podían haber decidido la lucha en Stalingrado— fueron enviadas a Túnez (África) para proteger a Italia, junto con 400 aviones retirados del frente ruso. Al parecer el Mando Alemán volvió a creer que afrontaba las últimas reservas bolcheviques y supuso —como un año antes lo hizo frente a Moscú— que el enemigo carecía de fuerzas organizadas para una contraofensiva de invierno.

En ese crítico momento el coronel general Von Paulus establecía su cuartel general en la Plaza Héroes de la Revolución, situada en el centro de la ciudad.



El 16 de noviembre el general Von Richthofen, jefe de la 4ª flota aérea, volvía a visitar el frente de Stalingrado y reportaba al Alto Mando que tres divisiones blindadas estaban a la defensiva, en vez de ser empeñadas en la batalla. Sugería el relevo de Von Paulus, "que lucha con desgano", según decía. Ya 15 días antes se había quejado de que sus bombardeos no eran suficientemente aprovechados por las tropas de Von Paulus debido "al cansancio del mando" y a "los formalismos burocráticos".

El 16 de noviembre, súbitamente, como es normal en esa región, empezó el invierno con vendavales y hielo en el Volga. Para entonces había sido ya reducida la dura resistencia bolchevique en las enormes fábricas de tanques y cañones "Octubre Rojo, "Barricadas" y "Stalin". La temperatura descendió a 20° bajo cero y el combate se hizo extremadamente penoso.



El 19 de noviembre, 64 días después de iniciada la batalla, una inesperada catástrofe surgió en las heladas riberas del Volga. Al noroeste de la ciudad, en el flanco izquierdo del 6º ejército, se hallaba el tercer ejército rumano, y los rusos descargaron allí por sorpresa un mazazo con 24 divisiones y brigadas. Algunos tanques penetraron a retaguardia, los rumanos perdieron la moral y abandonaron el frente sin poder ni siquiera comunicar a Von Paulus lo que estaba ocurriendo. En 4 días perdieron 74,000 hombres, 34,000 caballos y todo el armamento pesado de 5 divisiones. Y en el sur de la gran urbe los soviéticos aplicaron otro golpe gemelo sobre el 4º ejército rumano que cubría el flanco derecho del 6º ejército. Los dos sectores rumanos se desmoronaron rápidamente.

Dado que la resistencia de una cadena es igual a la resistencia del más débil de sus eslabones, los bolcheviques golpearon en los dos puntos de menor dureza. 

Tanto la aviación alemana como el 3er. ejército rumano habían reportado amenazadoras concentraciones rusas frente al Volga, pero el Alto Mando no les prestó mucha atención porque se hallaba vivamente impresionado ante las tremendas bajas soviéticas y no creía factible que lanzaran una ofensiva. Hitler había dicho que los rusos se hallaban al final de sus fuerzas y el general Zeitzler, jefe del Estado Mayor General, había reiterado a mediados de noviembre que "los rusos ya no cuentan con reservas dignas de ese nombre" y que no podrían lanzar ninguna ofensiva de importancia. Los informes secretos de que disponía eran absolutamente falsos. 

Fue la Luftwaffe la primera en advertir las perforaciones del frente. El coronel Hans Ulrich Rudel lo refiere con las siguientes palabras: "Estamos volando casi a ras del suelo cuando de pronto descubrimos... Pero no... No puede ser... Que Dios nos ampare... ¿Rusos?... ¡No!... A mitad del camino de nuestro punto de acción nos encontramos con masas turbulentas humanas, todos vestidos de uniforme color kaki, pero no son rusos... son rumanos. .. ¡Nuestros aliados!... Podemos distinguir cómo varios tiran hasta sus armas de mano para poder correr más rápido... Es una escena dantesca. Sospechamos el advenimiento de una catástrofe, de una hecatombe. Seguimos volando a lo largo de las columnas fugitivas hasta llegar, a las posiciones de artillería de nuestros aliados. Las piezas de campaña han sido abandonadas sin ser destruidas previamente. Todo está sembrado de munición.

Un poco más allá nos encontramos con las primeras unidades de los rojos ya en posiciones rumanas abandonadas. Inmediatamente los atacamos con bombas y con los cañones de a bordo, pero ¿para qué? Ya nadie les ofrece resistencia en tierra... Una ira incontenible nos invade y volvemos a temer lo más horrible, lo jamás esperado... ¿Cómo podremos salvar esta situación, cómo hacer para detener la marcha de esta catástrofe que se cierne sobre nuestras tropas?

Con una amargura jamás experimentada lanzo mis bombas y rastreo con mis ametralladoras las hordas asiáticas que se lanzan sobre nuestro ejército. Como un mar de color amarillo sucio avanzan las masas bolcheviques, incontenibles, sin límites... Ya no me queda ni una sola bala, ni siquiera para poder defenderme contra posibles cazas... Nuestros ataques son bajo estas circunstancias como una gota de agua sobre una plancha caliente, pero no quiero pensar en eso ahora"
(Piloto de Stukas.—Por el Cor. Hans Ulrich Rudel)



Al ser arrollados al primer impacto los dos ejércitos rumanos que cubrían los flancos del 6° ejército alemán, una tromba de 71 Divisiones y brigadas blindadas soviéticas se precipitó hacia la retaguardia alemana, en tres días de avance capturó Kalatsch y el 6° ejército quedo cerrado en una bolsa que equivalía a un cuadrilátero de 90 kilómetros por lado.

De hora en hora fluían más reservas rusas y pronto hubo ocho ejércitos soviéticos íntegros alrededor del 6º ejército alemán, o sean los siguientes; el 62 por el oriente, sobre el río Volga; el 66 y el 24 por el norte; el 65 y el 21 por el poniente, el 57 y el 64 por el sur, y el 5 por el sudoeste. Entretanto en el interior de ese círculo el 6º ejército seguía batiéndose contra grupos de los ejércitos 62 y 16 que se aferraban a la parte oriental de la ciudad o que sostenían cabezas de puente sobre el Volga. Días antes tenía la victoria al alcance de la mano, pero su situación había cambiado y ahora sería prensado por los cuatro puntos cardinales. Lo que la víspera era pacífica retaguardia que lo unía con el resto del frente y con la lejana Patria (a dos mil kilómetros de distancia), se convirtió en otra línea de combate.



Para entonces los efectivos del recién copado 6º ejército ascendían a 235,00 soldados alemanes, descontadas ya las bajas sufridas en 64 días de combates por la posesión de Stalingrado.



En esas condiciones, Hitler pensó inicialmente en un repliegue rompiendo el cerco mediante un ataque concentrado y repentino. El mariscal Rommel dice en sus "Memorias" que cuando la orden en ese sentido iba a ser enviada, intervino Goering (segundo de Hitler y mariscal del aire), con las siguientes palabras: "¡Pero, mi Führer, no nos mostremos débiles! Abasteceremos a Stalingrado desde el aire". Y Hitler, a quien le repugnaba autorizar repliegues, cambió de parecer y ordenó a Von Paulus que organizara sus tropas en forma de "erizo" y que se sostuviera mientras se preparaban tropas que fueran a reforzarlo. Entretanto, se le abastecería por aire de víveres, combustible y municiones.

Para esto se necesitaría abrirse paso a través de la aviación soviética y hacer llegar diariamente a Stalingrado un mínimo de 300 transportes "Junker 52" y "Heinkel 111", con 500 toneladas de abastecimientos.

El jefe del Estado Mayor General, Kurt Zeitzler, insistía casi diariamente ante Hitler para que ordenara la retirada del 6º ejército. Como afirmaba que el abastecimiento por aire no era posible, Hitler llamó a Goering y éste reiteró que sí, a lo cual Zeitzler gritó: "¡Mi Führer! Eso es mentira". Göering palideció y repuso que él sabía más de aviación que Zeitzler. No se llegó a ninguna conclusión. Poco después Zeitzler volvió a insistir en la retirada, Hitler llamó al mariscal Keitel y al general Jodl, quienes opinaron que era mejor seguir resistiendo en Stalingrado. "Observe usted, general—dijo Hitler a Zeitzler— que mi opinión es compartida por esos dos jefes, ambos más antiguos que usted".

Göering ya no era el mismo de antes de la guerra, se inclinaba a la vida fácil y descuidaba su trabajo. La audaz promesa que había hecho no pudo cumplirla. En vez de las 500 toneladas diarias de abastecimientos ofrecidas sólo envió 100, y esto únicamente los primeros días.

La misión de organizar el rompimiento del cerco soviético de Stalingrado le fue encomendada al mariscal Erich Von Manstein, el vencedor de Crimea, quien asumió la jefatura del Grupo de Ejércitos del Sur. Inmediatamente trazó un plan para atacar el cerco ruso desde dos direcciones, o sea por el oeste y por el suroeste. Desde esta última dirección se lanzó el 4º ejército blindado, al mando del experimentado general Hoth.

En marchas forzadas las tropas de Hoth ganaron terreno a través de las estepas nevadas e hicieron retroceder a 5 divisiones soviéticas, pero luego chocaron con el 51º ejército ruso enviado de refuerzo. Sin embargo, el avance continuó todavía varios días y la distancia iba acortándose. A 300, a 200, a 100 kilómetros de Stalingrado... Las fuerzas alemanas de rescate se aproximaban jadeantes al cerrojo de la gigantesca trampa... Se les pide un esfuerzo supremo: ¡el 6º ejército debe ser salvado!...

Mientras, los copados han tenido que reducir su ración alimenticia a 200 gramos de pan, un plato de caldo y 20 gramos de carne de caballo. Más tarde es frecuente ver soldados royendo huesos de caballo. Después de noventa días de combate este ayuno es desastroso y hay hombres que pierden hasta 20 kilos de peso. Cada soldado recibe una dotación diaria de 30 cartuchos para utilizarlos sólo en desesperados casos de defensa personal. La capacidad de fuego va mermándose a cada momento que pasa. Después que se cerró el cerco las condiciones higiénicas han empeorado y los casos de disentería aumentan. El servicio médico resulta insuficiente en la emergencia y las bajas crecen desalentadoramente. No siempre las avanzadas pueden relevarse en un plazo razonable y de nuevo hay numerosos casos de congelación; las extremidades se hielan hasta quebrarse como si fueran de cristal. La única esperanza son las fuerzas de Hoth que arremeten por fuera del cerco.

El 19 de diciembre, casi un mes después de consumado el sitio, el 4o. ejército de Hoth llega a 48 kilómetros de Stalingrado. Desde allí es ya visible el resplandor de la batalla que sigue sosteniendo el 6º ejército, encerrado entre las ruinas de la presa que trataba de ganar.

El general Hoth lleva una larga impedimenta con 3,000 toneladas de víveres, gasolina y municiones para entregarlas a los copados en cuanto se logre hacer contacto con ellos. Por momentos parece que el milagro se va a realizar.

En estas horas decisivas las tropas del general Hollidt se disponían a lanzar otro ataque para perforar el cerco soviético en sus líneas occidentales, pero en el flanco norte de Hollidt varias divisiones italianas huyen ante el rumor de un ataque ruso. Esto abre otro boquete en el frente y Hollidt tiene que ceder tropas para cubrirlo, lo cual imposibilita su ataque hacia Stalingrado. El 4º ejército de Hoth también tiene que deshacerse de la 6ª división blindada para cubrir el sector de los italianos.

¡Con cuánta razón Stalin había dicho que ni los italianos ni los rumanos contaban para él como enemigos! Hopkins le preguntó en una ocasión si no habían aparecido tropas italianas en el frente y Stalin contestó riendo: "El ejército soviético no cuenta con otras divisiones que las alemanas”.

Frustrado así el ataque de Hollidt, sólo queda a Von Manstein el mermado 4º ejército de Hoth para tratar de romper la trampa. Al 4º ejército se le enfrentaban primero cinco divisiones soviéticas, pero luego fueron reforzadas por el 51º ejército y poco después por el 2º de la guardia. Los tanquistas y la artillería antitanque alemanes no se daban punto de reposo tratando de abrirse paso para auxiliar a sus camaradas copados. "Era abrumador ver aquellas manos fraternas hacia nosotros tendidas".

En opinión de Von Manstein hubo algunos momentos en que el 6º ejército pudo haber salido de la trampa si hubiera empujado resueltamente. El 18 de diciembre Von Manstein pidió a Hitler autorización para que se realizara esa maniobra, pero Hitler puso por condición que el 6º conservara a la vez sus posiciones en Stalingrado y que sólo rompiera el sitio para recibir abastecimientos. Sin embargo, lo que decidió que el 6º no intentara la ruptura —dice Von Manstein—fue su propio comandante, Von Paulus, y su jefe de Estado Mayor, general Arthur Schmidt. Ambos creyeron al principio que tenían más probabilidades de sobrevivir manteniéndose inmóviles en Stalingrado que intentando romper el sitio.

Asumiendo toda la responsabilidad de su acción, el 19 de diciembre Von Manstein le ordenó a Von Paulus que se desprendiera de Stalingrado y atacara en dirección del 4º ejército de Hoth, para romper el cerco, pero Von Paulus juzgó irrealizable esa maniobra y se negó a ejecutarla alegando que carecía de combustible. Von Manstein comenta: "Tantas probabilidades como brindase de salvación una salida, tantas llevaba de acabar en desastre. Pero Von Paulus se hallaba ante la viva imagen de la catástrofe... ¿íbamos a esperar, después de todo esto, que el Mando de los cercados fuese a salir airoso, de una operación sobremanera ardua en sí misma, cuando el comandante en jefe y el jefe de Estado Mayor de las fuerzas que habrían de llevarla a cabo empezaban por estimarla descabellada?
(Victorias frustradas.—Mariscal Erich von Manstein)

Por otra parte, los pilotos de caza hacen vuelos continuos tratando de apoyar el avance hacia Stalingrado, en tanto que otras escuadrillas intentan abastecer al 6º ejército entre las ruinas de la ciudad. El mal tiempo impide incluso arrojar víveres con paracaídas. El fracaso del abastecimiento por aire es completo, contra lo que Göering había hecho creer a Hitler. Las medicinas también escasean y dieciocho mil heridos esperan turno para ser curados. Los médicos apenas duermen minutos.



Las tropas de Hoth hacen supremos esfuerzos y algunas avanzadas llegan a 30 kilómetros de la urbe sitiada. Son horas de gran expectación y los soviéticos lanzan tenaces contraataques para no soltar su presa. El diezmado 4º ejército queda inmóvil dando golpes en el mismo sitio y recibiendo los del enemigo, cada momento más poderosos. Ya no avanza ni un metro más. Por su parte, los que están dentro de la trampa sitiados por 8 ejércitos soviéticos, apenas pueden sostener sus posiciones. Von Paulus le reporta a Von Manstein qué carece de combustible para que sus cien tanques supervivientes puedan intentar el rompimiento desde dentro.

El rescate se frustra definitivamente el 25 de diciembre. Ese día el 4º ejército alemán se bate en retirada acosado por los ejércitos soviéticos 51 y 2 de la guardia. La última esperanza se disipa para el 6º ejército a medida que el estruendo de la artillería va haciéndose cada día más lejano, hacia el oeste, como síntoma ominoso de que las tropas de auxilio son alejadas del cerrojo de la trampa. Desde ese momento el 6º ejército sabe que está irremisiblemente perdido. Los 8 ejércitos rojos van estrechando el sitio.

Al consumarse el cerco soviético el 19 de noviembre, un peligro todavía peor comenzó a perfilarse en todo el sur del frente alemán en Rusia. Embistiendo con 143 divisiones y brigadas, los rojos habían hecho desaparecer de la escena a dos ejércitos rumanos y a uno italiano. Esto dejó abiertos enormes huecos en el frente e hizo posible el sitio de Stalingrado, pero además quedaban las puertas francas para que los soviéticos avanzaran sobre Rostov y coparon a tres ejércitos alemanes, o sean el 4º que trataba de auxiliar al 6º, el 1º blindado y el 17º de infantería que operaban en el Cáucaso (Ordzonilcide). Es decir, peligraba cerca de un millón de hombres, incluyendo servicios de intendencia, de maestranza y de aeropuertos.



Eso hubiera sido un desastre triple al de Stalingrado. Como de las 143 grandes unidades utilizadas por los bolcheviques en su gran, ofensiva, 60 divisiones mantenían el cerco del 6º ejército, Hitler ordenó a éste que siguiera resistiendo. Era urgentísimo ganar tiempo para formar nuevas reservas que acudieran a apuntalar todo el sector sur del frente y también para que los dos ejércitos del Cáucaso lograran replegarse y evitar su copamiento.

El mariscal Von Manstein dice que no había otra .alternativa. Se necesitaba el sacrificio del 6º ejército para salvar a los demás del ala sur y para evitar que se desplomara todo el frente, que medía 2,900 kilómetros de largo y que se hallaba a más de dos mil kilómetros de sus bases en Alemania. Por eso comenta que "el tributo del 6º ejército fue el mayor que a ningún soldado habíasele pedido: seguir luchando por sus camaradas hasta el último cartucho, cuando ya sabía que para él no había salvación".

A fines de diciembre Hitler reiteró a Von Paulus la orden de "¡Resistir!" Von Paulus transmite la orden a sus comandantes de división; los comandantes de división la transmiten a sus comandantes de regimiento y ellos a cada compañía, a cada puesto de mando, a cada soldado. Después de cuatro meses de penosa batalla, y ya sin esperanzas de salvación, el espíritu de combate y de sacrificio no se ha extinguido. Bajo la abrumadora prueba, la voluntad y la disciplina forjan el milagro...

Él 26 de diciembre Von Paulus comunica a Von Manstein: "El pan se terminará mañana; la manteca esta noche y algunas corporaciones no tendrán cena desde mañana"...
Así transcurren 51 días desde que se inició el envolvimiento y 115 desde que se inició la lucha en la ciudad. Es el 8 de enero y el 6º ejército sigue en su puesto. De 235,000 hombres que lo integraban en el momento de ser sitiado, han caído aproximadamente la mitad. Algunas de sus 21 divisiones se han sacrificado casi íntegramente; las 3 motorizadas y las 2 blindadas carecen ya de combustible. La temperatura es de 28 grados centígrados bajó cero y los soldados son espectros que han consumido casi toda la grasa de su cuerpo; algunos se parapetan entre caballos recién muertos, en busca de algo de calor.

Ese día 8 de enero (1943) el general Rokossowski suspende el fuego y arroja volantes a los copados explicándoles, que ya nada podrá salvarlos y les pide su rendición. En un golpe psicológico les ofrece abrigo, atención médica y comida. ¡Todo un paraíso, en medio de aquella desolación!... Poco después unos parlamentarios rusos aparecen en el frente con banderas blancas. La consigna es recibirlos a tiros, y a tiros son rechazados. La lucha se reanuda en todo el frente.

Los restos del 6º ejército son comprimidos cada vez en un área menor. Una cuña bolchevique se clava profundamente en el centro y quedan separadas las fuerzas alemanas del norte y del sur de la ciudad. Cada penetración abre un nuevo sector de combate. Los pocos tanques que aún pueden maniobrar son requeridos de diversos puntos a la vez. Los cañones antiaéreos ya no se preocupan del espacio; ahora escatiman las pocas granadas que les quedan para proteger a la infantería en los puntos más expuesto.

Los comandantes de regimientos, reducidos a batallones o compañías, y los comandantes de compañías reducidas a pelotones, comunican de hora en hora su comprometida situación. La respuesta sigue siendo la misma: "¡Resistir!"... Y todos resisten un día y otro día, y una semana y otra semana, ya sin esperanzas de salvación.

El general Zeitzler dice que los cercados sabían que las condiciones en que vivían "podían únicamente ser más horribles si la muerte no llegaba. Muchas unidades de artillería inutilizaban sus cañones tras disparar sus últimas granadas. Los conductores incendiaban sus vehículos al agotarse la gasolina".

Era aquello el estertor de un gran ejército, veterano de la batalla de Flandes, del envolvimiento de Kiev y de la batalla de Karkov. Nadie lo hubiera imaginado cuatro meses antes. Cerca de 200,000 hombres habían caído muertos, heridos o enfermos. Nunca un ejército copado había resistido algo semejante y sufrido tal cantidad de bajas y de privaciones. Aunque más numerosos, los ejércitos bolcheviques copados en Minsk, en Smolensk, en Kiev, en Vyazma y en Bryansk, se habían desplomado en menor tiempo y con menor desgaste. Por primera vez un ejército alemán estaba agonizando.

En los tres años de guerra era común y corriente que ejércitos polacos, franceses, belgas, yugoslavos, griegos, ingleses y soviéticos fueran copados y destruidos, pero por primera vez un ejército alemán corría esa misma suerte. Esto dio al suceso una extraordinaria resonancia mundial.

Y mientras el drama de Stalingrado tocaba a su fin, 13 divisiones alemanas de primera línea (195,000 hombres), que podían haber evitado ese desastre, combatían al otro lado del Mediterráneo, en Ñoráfrica, para apuntalar el frente italiano contra las fuerzas de Roosevelt y de Churchill

El 12 de enero se calculaba que él 6º ejército no podría resistir más de dos o cuatro días. En el sector norte diez divisiones rusas embestían sobre la 3ª división de infantería y la 29 motorizada alemanas, que se aferraron obstinadamente al terreno y destruyeron cien tanques soviéticos; De momento, el peligro se conjuraba allí. En el sector sur, la 297 división de infantería afrontó un diluvio artillero, destruyó 40 tanques y consiguió restablecer sus maltrechas líneas. Al nordeste, la 16 división blindada alemana estaba a punto de la postración.

El 13 de enero el capitán Behr, del Estado Mayor, voló al cuartel general de Von Manstein para poner en sus manos el diario de guerra del 6º ejército. Era aquella la entrega de las memorias de un coloso moribundo.

El día 14 muchas avanzadas comienzan a replegarse hacia las ruinas del centro de la ciudad y se observan brotes de postración psicológica, pues algunos soldados ya no auxilian a sus compañeros heridos. Es como si la desgracia, que abruma a todos, los volviera insensibles. Cerca de ochenta mil habían caído muertos o gravemente heridos. No había ningún soldado que no hubiera perdido a varios o a todos sus compañeros de grupo.

El 16 de enero la Luftwaffe pierde el último aeródromo que le quedaba en Stalingrado. Hitler se indigna ante el fracaso de Göering y ordena al mariscal Milch que intente hacer algo por los copados. Milch recupera un aeródromo y comprueba que Göering no había desplegado todos los recursos que tenía a su alcance. El número de vuelos podía duplicarse. Bajo el apremio de Milch la Luftwaffe hace un último y tardío esfuerzo que en total habrá de costarle 488 aviones y mil tripulantes. A ese alto costo logra llevar algún auxilio a los sitiados y evacuar a treinta mil heridos.

El 19 de enero hay 259 grandes unidades soviéticas en todo el frente sur de Rusia, de las cuales 90 se hallan manteniendo el cerco de Stalingrado. Si el 6º ejército se desplomara, estas 90 divisiones se lanzarían como un huracán sobre toda el ala sur alemana y ocurriría una catástrofe sin precedente. La noche de ese día desfallece la moral en algunas unidades alemanas y Von Paulus se lo comunica a Hitler, quien le responde: "No cabe pensar en la capitulación. El ejército cumple su misión histórica al resistir para hacer posible la creación de un nuevo frente al norte de Rostov y facilitar al mismo tiempo el repliegue del grupo de ejércitos del Cáucaso". Estos ejércitos podrían auxiliar al 6º, pero llegarían hasta mediados de febrero.

El 20 de enero el comandante Thiel, de la 9ª escuadrilla aérea de combate, se queja con Von Paulus de que no descargan rápidamente los abastecimientos y Von Paulus, nervioso, le grita: "¡Está usted hablando con hombres muertos. Nos encontramos aquí por orden del Führer. La Luftwaffe nos ha dejado en la estacada!..." El 22 de enero, perdido de nuevo su último aeródromo, Von Paulus pide autorización a Hitler para negociar la rendición. Hitler le niega el permiso alegando que nada se ganaría porque los soviéticos no tienen conmiseración con los prisioneros. (En el sector italiano habían capturado recientemente a 80,000 soldados y los despojaron de sus abrigos, de sus víveres y a muchos hasta de sus botas y los hicieron marchar por la nieve varios días. Sólo quedaron diez mil supervivientes).

El día 24 los comunistas insistieron ante Von Paulus en que se rindiera, éste consultó por radio con el Alto Mando y Hitler le contestó negativamente y envió un mensaje a las tropas diciéndoles que luchaban no sólo por Alemania, sino por "todo el mundo occidental".

Y así llega el 31 de enero. 71 días desde que se consumó el sitio soviético y 138 desde que se inició la lucha en Stalingrado. Como un estímulo Von Paulus fue ascendido a mariscal, con el ominoso antecedente de que en la historia del Ejército Alemán ningún mariscal había sido hecho prisionero. Pero precisamente ese día juzgó que nada podía exigirles ya a sus tropas. Oficiales que no podían resistir más la tensión —dice el general Zeitzler— permanecían de pie en la línea de fuego, disparando contra el enemigo hasta caer "acribillados por las balas, poniendo así fin a la agonía. Agrega que "cuando se recuerdan las condiciones físicas, psicológicas y climatológicas en que lucharon, no existen palabras para describir el amor al deber que ellos mostraron".

El primero de febrero Von Paulus capituló; en la madrugada del día 2 cesó el fuego en el norte de Stalingrado, y al medio día en el sur. La transmisión radial fue cerrada con las palabras "¡Viva Alemania!" Los restos del 6º ejército dejaron de existir como fuerza de combate y 90,000 supervivientes, casi en los huesos y en harapos, salieron de sus escondrijos para iniciar la marcha mortal hacia el cautiverio, en donde la mayoría de ellos iba a perecer... En sus lejanas tierras, en Alemania, a dos mil kilómetros de distancia, las banderas ondeaban a media asta y durante una semana las campanas de los templos doblaban a muerto... ¡Eran las exequias por el 6º ejército que había caído luchando contra el bolchevismo! La capitulación de Von Paulus y de sus generales, después del ejemplo que sus tropas habían escrito con su sangre, enfureció a Hitler. "¡Deberían haberse atrincherado y suicidado" gritó.
(El Diario Militar de Hitler.—Fragmentos)

"No sé qué pensar de un soldado que titubea y es hecho prisionero. Puedo entenderlo sólo en el caso del general francés Henri Honoré Giraud. Von Paulus permitió que 50,000 de sus hombres murieran defendiendo a Stalingrado hasta el final. ¿Cómo pudo entregarse a los rusos? Me asombré la primera vez que me preguntó qué debía hacer. ¿Cómo podía preguntar? .¡Qué fácil fue para Udet! ¡La pistola! Esa es la cosa más fácil de hacer. En esta guerra nadie más será ascendido a Mariscal de Campo... y lamento haberlo hecho con Von Paulus. Quería cumplirle su último deseo...

Von Paulus y Von Zeydlitz (otro de los que capitularon), se prestaron para formar una especie de gobierno pelele alemán al servicio de Stalin.
Von Paulus no solamente estaba faltando a su juramento como soldado, sino también a la lealtad que merecían los millares de soldados que perecieron bajo sus órdenes. No se puede pedir a los hombres que luchen hasta la muerte por una causa y luego capitular y colocarse en el bando opuesto.



(Durante su época de mayores triunfos el 6to ejército estuvo bajo las órdenes del mariscal Reichenau. El último año de su existencia lo comandó Von Paulus, quien murió 14 años después, en la Alemania cautiva, bajo vigilancia soviética. Pocos ex compañeros suyos que lograron verlo dijeron que mostraba síntomas de perturbación mental o de hallarse drogado.)
(Grupos aislados trataron de escapar del cerco de Stalingrado, pero murieron en el camino o fueron capturados. Sólo se supo de uno que logró atravesar las líneas soviéticas, el suboficial Niewig, pero 24 horas después lo alcanzó una granada en un hospital y pereció. Durante toda la batalla de Stalingrado los bolcheviques hicieron 107,800 prisioneros, que utilizaron en trabajos forzados. Diez años después sólo sobrevivían seis mil).