Algunos aspectos de la juventud de Hitler
Hitler era un joven inteligente. En dos ocasiones suspendió el examen de entrada a la universidad de Linz. Allí quedó cautivado por las lecturas pangermánicas del profesor Leopold Poetsch, quien influyó notablemente en la mente del joven.
Hitler era devoto de su madre pero tenía problemas con su padre. Padre e hijo no compartían sus ideas políticas. En su libro Mein Kampf (Mi Lucha), Hitler es respetuoso con su padre, aunque indica que había diferencias irreconciliables sobre su firme decisión de convertirse en artista. Alois Hitler deseaba que su hijo llegara a ser funcionario como él, empleo del que se sentía muy orgulloso y al que había llegado prácticamente sin una base académica. Pero al joven Hitler ese futuro no le seducía en absoluto, ya que estaba demasiado alejado de su objetivo: las artes. Se interesó por la pintura y la arquitectura, y deseaba llegar a ser un pintor famoso.
Hitler era, además, un gran lector, que devoraba desde niño las novelas de aventuras de Karl May, a los quince años escribía obras de teatro y era considerado por sus vecinos "un ratón de biblioteca", de hecho, su único equipaje al llegar a Viena, eran cuatro cajas llenas de libros. Un amigo íntimo de aquella época romántica, August Kubizek, no podía imaginar a Hitler sin libros: "Los libros eran su mundo"[1]. Intentó en una ocasión escribir ópera: "Wieland el Herrero", pero el preludio lo desilusionó, lo mismo que algunas poesías que compuso y las rompió.
Hitler había sido socio de tres bibliotecas en su Linz natal (pagando una suscripción bastante alta para la época) y era usuario habitual en la impresionante Hofbibliothek de Viena. En su habitación de Stumpergasse 29, segundo piso, puerta 17, los libros se acumulaban por el piso en filas verticales. Era un asiduo lector de Schopenhauer y, por supuesto, de Nietzsche. La hermana de Hitler, Paula, recordaba que siempre le recomendaba libros y que incluso le había enviado un ejemplar del Quijote de la Mancha.
Al morir su padre, en enero de 1903, su madre mudó la familia a un apartamento modesto en Urfahr, un suburbio de Linz. Poco antes de cumplir los 16 años, Hitler cayó enfermo de una enfermedad pulmonar, que lo obligó a suspender sus estudios en la secundaria por un año. Una vez recuperado, ingresó a una escuela estatal en Steyr. En septiembre de 1905 decidió abandonar la escuela, luego de haber sido calificado positivamente en la asignatura de dibujo. Durante tres años, Hitler se mantuvo en Linz en compañía de su amigo August Kubizek. Según el propio Hitler, estos años serían los "mejores años de su vida".
Al cumplir diecisiete años, Hitler viajó a Viena por primera vez (una ciudad cosmopolita y multicultural), quedándose en la ciudad por dos meses gracias a la ayuda monetaria de sus parientes y de su madre. Durante su estadía, visitó la Academia de Bellas Artes de Viena, donde consultó los requisitos para ser admitido.
En octubre de 1907 regresó a Viena para concursar en la Escuela General de Pintura, de la Academia de Bellas Artes. Se llevó numerosos dibujos suyos, confiando en que llegaría a triunfar como pintor. Hubo 112 candidatos para el curso, de los cuales sólo 28 pasaron los rigurosos exámenes. Hitler no fue aprobado. Un sinodal le explicó que, a pesar de su notable talento, sus dibujos eran de edificios y que en ninguno figuraba la acción de personas o animales. El rector de la Academia le aconsejó intentar en el campo de la arquitectura, pues consideraba que tenía más talento para ser arquitecto. Después de este fracaso hizo gestiones para inscribirse en la Escuela de Arquitectura, pero fue rechazado por carecer del certificado de bachillerato.
Posteriormente, Hitler regresa a Linz, donde su madre ya se encontraba gravemente enferma y quien murió semanas después, el 21 de diciembre de 1907. El médico judío Eduard Bloch atendía a la señora de un cáncer de seno. Frecuentemente el Dr. Bloch le había disminuído los dolores a Klara, y en agradecimiento, Hitler le regaló una acuarela pintada por él.
Después de la muerte de su madre, Hitler regresa a Viena. En su estancia en la ciudad, se ganaba la vida pintando acuarelas, óleos y dibujos, así como cargando maletas y barriendo nieve de la calle. Dedicaba el poco dinero que ganaba en asistir a la ópera, conciertos y actos artísticos.
Hitler se trasladó a Múnich en 1913.