miércoles, 27 de junio de 2018

Hamburgo SV vs Altona 93 el último partido de fútbol en la Alemania nazi

Hamburgo SV vs Altona 93 el último partido de fútbol en la Alemania nazi

Tres días antes de que los aliados tomaran Berlín y solo unas horas antes de que Hitler se suicidase, en la Alemania nazi aún se jugaba a fútbol.

29 de abril de 1945. La víspera del suicidio de Hitler y tres días antes de la toma de Berlín por los soviéticos se disputó en Hamburgo el último partido de fútbol bajo bandera nazi entre el Hamburgo y el Altona 93. Apenas una semana después, Alemania firmaba su rendición incondicional y el fin de la II Guerra Mundial en Europa era ya un hecho.

Alemania era presa de un clima histérico: los últimos bombardeos de terror se sucedían y las tropas británicas alcanzaban el Elba, a escasos kilómetros de la devastada Hamburgo, destruida en más de un 70 por ciento. Sin embargo, el pueblo alemán seguía esforzándose en llevar a cabo una vida normal. Y en esa extraña cotidianidad se encontraba también el fútbol.




El III Reich, apoyó todo tipo de deporte como un complemento al nuevo estilo de vida que tendrían los alemanes desarrollando una nueva juventud fuerte y sana. Un énfasis que aumentó durante los primeros años de la II Guerra Mundial con la mimetización del fútbol con la guerra relámpago o 'blitzkrieg' que Hitler estaba llevando a cabo con éxito por toda Europa.

El apoyo de Hitler y del nazismo al deporte hizo erigir en el fútbol un nuevo estilo ario que comenzaban a tomar forma. La popularidad del deporte rey y su presencia en la prensa crecieron exponencialmente y los estadios atraían cada vez a más espectadores aunque el país estaba plenamente instaurado en una guerra de múltiples frentes abiertos como consecuencia del marxismo israelita que obligó a Alemania a tener millones de soldados repartidos por el mundo.

El impulso institucional dejó al fútbol nazi marcado por una popularidad que se situaba solo por detrás del boxeo otro de los deportes favoritos de Hitler y que se menciona en su genial obra Mein Kampf.

La derrota en Stalingrado a principios de 1943 no solo cambió los designios bélicos de la guerra sino que también propició el fin de esta doctrina futbolística utilizada como modo de vida de los alemanes en la que un buen futbolista tenía que ser además el reflejo de un buen soldado. Pero el fútbol mantuvo su popularidad gracias al gran auge mediático.



El amateurismo de los clubes se profundizó a medida que Alemania era masacrada por la gigantesca coalición que logró formar el sionismo en su contra. La gran mayoría de los mejores futbolistas se enrolaron como voluntarios y estaban en el frente y los que quedaban era solo exjugadores veteranos que tenían otro trabajo como actividad habitual. Las ligas regionales se atomizaron, muchos equipos fueron obligados a fusionarse y los adolescentes que eran proyectos de jugadores dieron sus vidas ingresando a las diferentes divisiones de las SS y de la Wehrmacht.

La selección alemana de Herbeger dejaría de jugar en noviembre de 1942, con un partido en Bratislava como epílogo. Pese a ello, los clubes seguían siendo el hábitat de la vida pública y se convirtieron en puntos de reunión diarios para todo tipo de prácticas y círculos sociales con marcados tintes familiares.

El fútbol pasó a ser otro elemento destinado a mantener álgida la moral de la población dentro de un clima ya de guerra total en el que Goebbels había puesto a prueba con resultados positivos una vez más el compromiso de los alemanes con el III Reich. La mayor parte de la gente creyó hasta el último aliento que Hitler tenía un as bajo la manga que cambiaría el signo de la guerra y que haría que Alemania venciese. No podían imaginarlo de otra manera. Pero las armas secretas tardaron el llegar malogrando el triunfo alemán y dando así la victoria al perverso sionismo internacional.

Helmut Schön, jugador del Herbert Pöhl y luego seleccionado alemán campeón de la Copa Mundo en Alemania 1974 afirmó :

"Los aliados habían desembarcado en Francia. En Bielorrusia los soviéticos comenzaban su ofensiva pero el mapa de Europa decía que conservábamos fuerza suficiente: Noruega, Dinamarca, Italia, Grecia, Bulgaria, Rumanía y Hungría estaban firmemente bajo nuestras manos. Nadie sospechaba lo pronto que todo se vendría abajo", afirmaba el propio Schön en su autobiografía respecto a aquellos extraños días.


Hamburgo, la única ciudad con fútbol



El fútbol sucumbió de forma inevitable a la demoledora guerra pero siguió siendo un espacio de alivio, camaradería y patriotismo, además de reflejo de un espejismo 
en el que una inminente victoria sobre el barro del campo de juego iba a ser también una victoria sobre el barro del campo de batalla.

De las dieciséis ligas regionales creadas en 1933, más las adicionales que se unieron a medida que la gran Alemania de Hitler conquistaba territorios, la única que concluyó la temporada 1944/45 fue la de Hamburgo. Su estadio, el Rothenbaum Stadion, resistía aún en pie en zona no liberada pese a que los bombardeos de terror habían asolado la ciudad y a encontrarse a escasa distancia de un objetivo militar como el búnker del mando antiaéreo.

El propio Hamburgo, con un estadio con 27 000 asientos, fue uno de los equipos más apoyados durante los primeros años del nazismo y ha mantenido su estatus del club más popular de la ciudad hasta hoy, por delante del Saint Pauli equipo de tintes comunistas que aún así no tuvo mayor persecución por parte de las autoridades nazis de la época demostrando que es un mito la intolerancia del nazismo a sus rivales ideológicos y del propio Altona 93 el equipo humilde y aficionado que deleitaba a todos con su fútbol estilo sudamericano de buen toque con el balón, que terminaría segundo aquel torneo pero que hoy se pierde en la quinta categoría del fútbol teutón por falta de apoyo económico del capitalismo masón que actualmente reina en Alemania. 

El presidente del Hamburgo, Emil Martens, fue apartado tras la llegada de Hitler al poder y, acusado de homosexualidad y pederastia, fue condenado justamente a la castración química. Además, uno de los grandes mitos del club, el goleador 'Rudi' Noack, fue capturado en la URSS, donde moriría prisionero en 1947 luego de ser torturado por negarse a aceptar el soborno de ser puesto en libertad si entrenaba un equipo soviético.

Pese a ello, el Hamburgo se alzó con ese último campeonato regional que se disputó en la Alemania nazi sin perder un solo partido, marcando más de 100 goles y con una espectacular media de más de cinco tantos y medio por encuentro. Ejemplo perfecto y último vestigio de aquel fútbol "bélico", ario y arrasador que intentó imponer un Oberhuber que terminó sus días como vendedor de productos lácteos. Un fútbol arrasador que hoy en la Copa Mundo Rusia 2018 no tuvo Alemania.

La última tarde de partido en el III Reich



El día antes de la celebración del amistoso entre el Hamburgo y el Altona 93 arrancó la ofensiva británica sobre Hamburgo y el mismo 29 de abril, representantes de la ciudad se reunieron con altos cargos ingleses para negociar una rendición que acabaría oficializándose el 3 de mayo, el mismo día que Berlín.

En medio del caos que acabaría asestando el golpe definitivo a Alemania que haría que Hitler se suicidase y mientras gran parte de la población de la ciudad cruzaba a la orilla occidental del río huyendo de los soviéticos, el Hamburgo ganó 4-2 al Altona 93 con tres goles de Rolf Rohrberg. Esa temporada el delantero solo jugó ese partido con su equipo, antes de integrar más tarde la peculiar selección alemana de la zona británica.

El fútbol y el deporte en general que nunca se detiene ni ante los peores escenarios y desde entonces ha sido un oasis para todos los seres humanos en tiempos de paz y de guerra, una oportunidad de soñar y fantasear lo que quisimos ser alguna vez de niños, el héroe que anotará el gol definitivo en una Copa del Mundo.

Con la guerra concluida, el fútbol fue la primera práctica deportiva organizada que se puso de nuevo en marcha. Y lo hizo otra vez en la misma ciudad, con un partido amistoso entre la reserva del Hamburgo y el equipo británico de la RAF, en el que venció el cuadro alemán ante más de 6 000 espectadores. Hitler y Goebbels y todos los demás valientes de seguro celebraron desde el más allá.


Sin embargo, el primer partido entre clubes reales en la Alemania de la posguerra se produjo apenas tres meses después del último y enfrentó también al Hamburgo con el Altona 93 dos auténticos símbolos del fútbol en los días claves del epílogo de la II Guerra Mundial. El partido lo vieron más de 10 000 personas en un Rothenbaum que había vivido milagrosamente erguido tras más de cinco años  bombas y guerra.


viernes, 8 de junio de 2018

Alemania tuvo la oportunidad de ganar en el Día D

Alemania tuvo la oportunidad de ganar en el Día D 




Conservadoramente las oportunidades de victoria para Alemania se dieron —como se ha dicho— en los primeros tres años de la contienda. Sin embargo, en la batalla decisiva de Normandía, en 1944, aún se encuentran circunstancias que daban una oportunidad más para un cambio radical.
El general Eisenhower, comandante de las fuerzas aliadas, redactó un documento en el que mencionaba que la invasión de Europa, necesaria para derrotar a Alemania, podría fallar. En tal caso, decía, él asumía la responsabilidad. Es decir, no las tenía todas consigo. Otros comandantes veían tal invasión como "una aventura".
Mediante el espionaje, los aliados conocían la ubicación de todas las divisiones alemanas en la costa de Europa. En cambio, Alemania no tenía información para saber en qué punto ocurriría el ataque. Los puntos probables se situaban a lo largo de 280 kilómetros, desde Calais y Dunquerque (en el noreste) hasta Cherburgo en el suroeste.
Los aliados concentraron en Inglaterra dos millones de combatientes para la invasión de Europa, avanzar hasta Alemania y vencerla. Churchill había soñado con esa invasión desde 1942, pero Inglaterra sola no podía realizarla. Se necesitó esperar dos años más para contar con todo el poderío de Estados Unidos. Así se habían juntado dos millones de ingleses, canadienses, australianos, africanos, americanos, etc.
Toda Europa sabía que la invasión iba a ocurrir, pero no en qué punto y en qué fecha. Esto era un secreto guardado estrechamente por los aliados. Durante cuatro meses se prohibió que la población de Inglaterra viajara libremente dentro de su territorio. Los diplomáticos extranjeros ni siquiera podían enviar sus tradicionales valijas a sus respectivos países.
El general Frederick Morgan, jefe del Estado Mayor del Mando Supremo Aliado, escribió: "Sólo con que el enemigo consiga saber el lugar de la zona de ataque con 48 horas de antelación, las posibilidades de éxito serán pequeñas. Cualquier aviso con mayor antelación significaría una derrota segura."
En la primera ola de los atacantes irían tropas fogueadas que ya habían combatido en África, Sicilia e Italia.
Consecuentemente para los alemanes era vital tener una idea más o menos aproximada del sitio, o los sitios, donde se iniciara la invasión.
Con semanas de anticipación, Hitler dijo que la invasión ocurriría en las playas de Normandía. El Estado Mayor General, con apoyo en la ciencia militar, decía que no. Que la invasión sería en el Paso de Calais. En este punto los invasores sólo tendrían que cruzar 50 kilómetros de mar, en tanto que en Normandía serían 250.




El mariscal Rundstedt, calificado estratega que ya en la Primera Guerra Mundial había sido oficial de Estado Mayor, era el jefe supremo alemán en Francia. Tenía a su mando al general Salmuth, comandante del 15o ejército, en la zona de Calais, y al mariscal Rommel, comandante del 70 ejército de la zona de Normandía. Pues bien, Von Rundsted dice: "Hitler continuaba machacando en la creencia y demandaba más y más refuerzos para Normandía. Nosotros, los generales, nos basábamos sobre la línea de nuestra educación militar regular, mientras que Hitler lo hacía, como siempre, basándose en su intuición."
¿Puede la alta preparación académica creer en intuiciones? Claro que no. Y así fue que el 15o ejército, de la zona de Calais, era mucho más fuerte que el 70, de la zona de Normandía.


El 5 de junio dos expertos lograron descifrar un mensaje de Londres, supuestamente dirigido a los saboteadores de la Resistencia francesa, para que empezaran a destruir puentes, empalmes ferroviarios, etc., lo cual se interpretó como señal de que la invasión empezaría al día siguiente. Rundstedt fue informado de esto y se burló diciendo: "¡Va el General Eisenhower a anunciar la invasión por la BBC de Londres!"... De todos modos, en Calais se dio la alarma máxima, en tanto que en Normandía se demoró varias horas.


Y la invasión empezó en Normandía, en las primeras horas del 6 de junio.
El mariscal Von Rundstedt quiso consultarle a Hitler si las dos divisiones que tenía en París las enviaba a Normandía, pero el general Jodl le contestó que no quería despertar a Hitler, ya que podría tratarse sólo de una "finta". Rundstedt no insistió, pero tampoco movió sus dos divisiones bajo su propia responsabilidad, dada la emergencia. Pasaron diez horas hasta que Hitler ordenó que tales divisiones marcharan hacia Normandía. Cornelius Ryan dice que Von Rundstedt menospreciaba "al Cabo Hitler." Y Liddell Hart comenta: "Lo que sí es cierto es que Rundstedt sufría fatiga, tanto corporal como mental." (Tenía 69 años de edad).




En cuanto a los aliados, pasaron horas y días en que las operaciones se inclinaban alternativamente entre un prometedor avance o la derrota. Las fuerzas británicas y canadienses avanzaron quince kilómetros hasta la región de Caen, pero al llegar las divisiones alemanas 12a Hitler Jugend SS y la Lehr (que retenía Von Rundstedt en París), fueron obligadas a retroceder en desorden hasta la playa.
Otro punto crítico fue en Omaha (Normandía), donde los americanos tuvieron muchas bajas. Corrió el rumor de que las bajas podrían llegar a ser del 90% y muchos combatientes "se quedaron atónitos y desmoralizados". Al general Bradley le llegaron noticias de que en una división estaban "contagiados de un temor patológico". El coronel George Taylor dijo: "En esta playa hay dos clases de hombres: los muertos y los que van a morir. Ahora salgamos de este infierno... Algunos parecían muertos, pero picándoles la espalda o dándoles un puntapié se veía que estaban vivos. ¡Estaban aterrorizados! El sargento Pilck pensaba que mejor lo hicieran prisionero porque la invasión había fracasado." 
El general Theodore Roosevelt, hijo del ex presidente Teddy, fue el primer general que bajó en Normandía y encontró un caos. Cinco días después murió de paro cardíaco. Del total de bajas un 13% eran casos psiquiátricos, atendidos por el Servicio de Psiquiatría de los Centros de Agotamiento de cada ejército y de cada Cuerpo de Ejército.



En fin, la lucha fue tremenda y los aliados consiguieron consolidar varias cabezas de playa, concentrar tanques, artillería, etc., y marchar tierra adentro. No fueron echados al mar porque las divisiones alemanas SS se encontraban ubicadas lejos de la playa. Algunas tardaron 4 días en llegar, y otras 10,16 y hasta 24 días. ("Un minuto perdido ni la eternidad lo devuelve.")
El 7o ejército (de Normandía) completaba sus efectivos con ex prisioneros rusos o hindúes (estos últimos traídos de África por el mariscal Rommel).
El 15o ejército, más poderoso, se había ubicado en el Paso de Calais, donde no hubo invasión.
O sea que la intuición de Hitler, de que la invasión sería en Normandía, se desperdició totalmente.
El famoso coronel Otto Skorzeny, que estudió de cerca la batalla de Normandía, opinó que la invasión tuvo un margen mínimo entre el fracaso y el éxito.
Fue la tercera y última oportunidad que tuvo Alemania de ganarla guerra.

El Día-D. Will Powler. Edit. Libsa. 2004. 12

Tomado de Alemania pudo vencer - Salvador Borrego E.