lunes, 27 de mayo de 2013

Dominique Venner : Patriota francés

Dominique Venner



Dominique Venner nació en París el 16 de abril de 1935 y murió el 21 de mayo de 2013. Fue un historiador y escritor francés, teórico del nacionalismo.


Dominique Venner


Biografía


Miembro del movimiento Jeune Nation, pasó dieciocho meses en la Prisión de La Santé a causa de su participación en la organización OAS. A la salida de prisión en otoño de 1962, escribió un manifiesto titulado Pour une critique positive (Por una crítica positiva), en el que trataba temas como el fracaso del putsch de abril de 1961. Preconizó la creación de una organización nacionalista revolucionaria, destinada al combate, monolítica y hieratizada, formada por el conjunto de todos los militantes adheridos al nacionalismo, abnegados y disciplinados.

En 1963, creó junto a Alain de Benoist el periódico y el movimiento Europe-Action, en el que trabajó también como director. Participó en el movimiento denominado Occident (Occidente) y formó parte de los fundadores del GRECE. No obstante, no volvió a realizar actividades políticas desde 1970.
Desde ese momento, se convirtió en escritor y se especializó en historia. Además, publicó numerosos libros sobre las armas y la caza. Entre sus principales obras destacan Baltikum (1974), Le Blanc Soleil des vaincus (1975), Le Cœur rebelle (1994), Histoire critique de la Résistance (1995), Gettysburg (1995), Les Blancs et les Rouges (1997), Histoire de la Collaboration (2000) y Histoire du terrorisme (2002).

Más tarde, en 2002, escribió Histoire et tradition des Européens. Entre sus últimas obras, destaca en particular Histoire et tradition des Européens (2002), obra en la cual el autor define cuáles eran, según él, las bases culturales comunes del continente europeo.
Asimismo, fue director de la revista Enquête sur l'histoire, hasta su desaparición a finales de los años 90. En 2002, fundó La Nouvelle Revue d'Histoire, una revista que se edita semestralmente y que trata temas relacionados con tópicos de la historia. Cuatro años más tarde, en 2006, la publicación fue rebautizada con el nombre de NRH y en ella se entrevistó a varias personalidades.

El 21 de mayo de 2013, Venner se suicidó poco después de las cuatro de la tarde —hora francesa— de un tiro en la boca ante el altar mayor de la catedral de Notre Dame, en París, con una pistola belga de una sola bala, obligando a las autoridades a desalojar el templo. Su motivación fue una protesta contra el matrimonio homosexual. Venner tenía 78 años.

"Me suicido para despertar las conciencias dormidas. Me sublevo así contra la fatalidad", dijo Venner en un último mensaje publicado por la mañana en su blog.

Desconocido por el gran público, Venner era un personaje de envergadura en la historia del nacionalismo contemporáneo. Prolífico ensayista, a los 78 años era considerado el teórico del nuevo nacionalismo francés y sobre todo de su renacimiento después de la Segunda Guerra Mundial. Una suerte de eminencia gris, sobreviviente de todos los combates perdidos por esa familia política desde la liberación, y guía ideológico de toda una generación.
En nombre de un derecho a la diferencia, sus teorías defendían una jerarquización de las civilizaciones, que acordaban a los europeos un rango superior. Europa, decía, corría el peligro de diluirse y ser sumergida por las migraciones de poblaciones llegadas del Sur.

Aterrado por el espectro de la decadencia y convencido por la cuestión identitaria, Venner ratificó sus temores en ese último post. En guerra contra el mundo moderno, en ese mensaje expresa su rechazo visceral a la ley infame del matrimonio homosexual. Ese texto, que autoriza las bodas gay, fue aprobado por el Parlamento francés. Venner vaticina el gran reemplazo de poblaciones en Francia y en Europa.
Dispararse en la cabeza con una pistola belga de una sola bala puede ser considerado no solamente trágico, sino altamente simbólico.


Declaración de Dominique Venner


Las razones de una muerte voluntaria

Estoy sano de cuerpo y de espíritu, y estoy lleno de amor hacia mi mujer y mis hijos. Quiero la vida y no espero nada más allá de ella, salvo la perpetuación de mi raza y de mi espíritu. Sin embargo, en el ocaso de esta vida, ante peligros ingentes que se alzan para mi patria francesa y europea, siento el deber de actuar hasta que aún tenga fuerzas para ello. Juzgo necesario sacrificarme para romper el letargo que nos agobia. Ofrezco lo que me queda de vida con intención de protesta y de fundación. Escojo un lugar altamente simbólico, la catedral Notre-Dame de París que respeto y admiro, esa catedral edificada por el genio de mis antepasados en sitios de culto más antiguos que recuerdan nuestros orígenes inmemoriales.

Cuando tantos hombres se hacen esclavos de su vida, mi gesto encarna una ética de la voluntad. Me doy la muerte con el fin de despertar las conciencias adormecidas. Me sublevo contra la fatalidad. Me sublevo contra los venenos del alma y contra los deseos individuales que, invadiéndolo todo, destruyen nuestros anclajes identitarios y especialmente la familia, base íntima de nuestra civilización multimilenaria. Al tiempo que defiendo la identidad de todos los pueblos en su propia patria, me sublevo también contra el crimen encaminado a remplazar nuestras poblaciones.

Como el discurso dominante no puede abandonar sus ambigüedades tóxicas, les corresponde a los europeos sacar las consecuencias que de ello se imponen. No poseyendo una religión identitaria a la cual amarrarnos, compartimos desde Homero una memoria propia, depósito de todos los valores en los cuales podremos volver a fundar nuestro futuro renacimiento rompiendo con la metafísica de lo ilimitado, origen nefasto de todas las derivas modernas.

Pido de antemano perdón a todos aquellos a quienes mi muerte causará dolor, y en primer lugar a mi mujer, a mis hijos y nietos, así como a mis amigos y fieles. Pero, una vez desvanecido el choque del dolor, estoy convencido de que unos y otros comprenderán el sentido de mi gesto y trascenderán, transformándolo en orgullo, su pesar. Deseo que éstos se concierten para durar. Encontrarán en mis escritos recientes la prefiguración y la explicación de mi gesto.


Artículo de opinión

por Javier Ruiz Portella

Dominique Venner, historiador y ensayista francés que estuvo en los orígenes de la corriente de pensamiento mal llamada Nueva Derecha, se ha suicidado este 21 de mayo a los 78 años de edad. Lo ha hecho, además, de la forma más simbólica y espectacular posible: ante el altar mayor de la catedral Notre-Dame de París.
Su muerte no es la de Drieu-la-Rochelle, no es la de Montherlant. Es la de Mishima, decía alguien comentando en Radio Courtoisie el acto sacrificial del pensador francés.

Un acto sacrificial, en efecto. Un acto destinado a dar testimonio, a sacudir las conciencias. “Serán necesarios —escribía esta misma mañana en su página web— gestos nuevos, espectaculares y simbólicos, para conmover las somnolencias, sacudir las conciencias anestesiadas y despertar la memoria de nuestros orígenes. Entramos en unos tiempos en los que las palabras tienen que ser autentificadas con actos”. Y éste es el acto que tú, amigo, camarada, has realizado, ante el mundo, esta mañana.

Mientras tanto braman las hienas en el desierto. Escupen al pasado de quien sufrió cárcel por haber defendido la Argelia francesa. Se olvidan de tu crucial aportación —es la primera vez que te tuteo, tú, tan “vieille France”— al mundo del pensamiento, de las ideas y de la acción. Olvidemos las hienas. Resbalan sus escupitajos al lado de la grandeza de tu gesto.
Como decimos en esta España a la que tanto querías y para la que escribiste expresamente uno de tus libros: Dominique Venner, ¡presente!